lunes, 21 de noviembre de 2011

“La sostenibilidad requiere un enfoque sistémico y transformador”


Aunque nacido en Francia, Florent Marcellesi es un ciudadano del mundo y así actúa tanto en su vida diaria como en la defensa de sus propuestas políticas. Quien lo lee habitualmente conoce su profundo conocimiento de las bases ideológicas del movimiento verde, así como su defensa de un espacio propio y con autonomía para la ecología política en España y Europa. Para los que pensamos que un futuro muy negro nos espera si no ubicamos urgentemente la sostenibilidad en el centro de nuestra gestión de lo público, gente como Florent es una esperanza. Y por eso le deseo mucha suerte en todo lo que se proponga. Será un indicador para creer que nos irá mejor a todos.

¿Cómo llega un joven francés a ser una cabeza visible del ecologismo político en el estado español?
Aplicando en el día a día que la ecología política no tiene fronteras, ni para el medio ambiente, ni para las personas.

¿Qué es la ecología política?
Defino la ecología política como un sistema de pensamiento global y autónomo que busca alcanzar a la vez justicia social y ambiental, para las generaciones presentes y futuras, tanto en el Norte como en el Sur y extendiendo el concepto de solidaridad al resto de seres vivos y no humanos. La ecología política responde a unas necesidades históricas concretas marcadas por las múltiples crisis actuales: ecológica, social, democrática y ética, dicho de otro modo una crisis civilizacional. Ante la oportunidad y necesidad de cambio que trae consigo el siglo XXI, el mayor reto de la ecología política es inventar una sociedad donde seamos capaces de ser felices como seres humanos, dentro de los límites ecológicos de un planeta finito y de forma democrática.

¿Pueden las políticas tradicionalmente conocidas como “de derechas” ubicarse en el marco de la sostenibilidad?
Al igual que las corrientes dominantes de izquierdas, las de derechas intentan desde hace algunos años introducir propuestas, principalmente sectoriales, relacionadas con el medioambiente. Sin embargo, y a pesar de poder coincidir de forma puntual sobre algún tema ambiental concreto, constato que estas derechas abogan por el medioambientalismo, que Dobson define como una aproximación administrativa a los problemas ambientales, desde la convicción de que pueden ser resueltos sin cambios fundamentales en los actuales valores o modelos de producción y consumo. Esta visión es un error grave de diagnóstico, pero por desgracia bastante común en el panorama político: la crisis ecológica no es un asunto tecnocrático o un simple ajuste al margen de la máquina productivista con un poco más de ecoeficiencia. Por ejemplo desde 1970, la intensidad energética por unidad ha bajado en un 30%, mientras que las emisiones de CO2 aumentaban en un 40%… Existe en realidad un problema de diseño estructural del conjunto del sistema, puesto que éste último destruye los presupuestos socio-ecológicos de su misma existencia. La sostenibilidad requiere por tanto mucho más que medidas secundarias, además desvinculadas de cambios culturales y sociales; requiere un enfoque sistémico y transformador.

Cuando hablas de decrecimiento, ¿qué es lo que propones?
Como no soy el Doctor Jekyll y Mister Hyde del movimiento verde, propongo lo mismo que cuando hablo de ecología política. El decrecimiento, una herejía para el sistema socio-económico dominante, tiene el mismo trasfondo que la ecología política: no existe un crecimiento infinito en un planeta finito. Salir del dogma del crecimiento y de la dictadura del PIB, reducir drásticamente nuestra huella ecológica o combinar justicia social y ambiental dentro de los límites del Planeta son las bases del ecologismo político y social. En este marco, el decrecimiento es más bien una herramienta, un término obús y provocador que sabe convocar y obligar a reflexionar sobre la situación actual del mundo, mientras que la ecología política se refiere al conjunto de valores, propuestas e ideas que conforman la ideología verde. Ambos tienen como objetivo un cambio de paradigma social, cultural, económico, etc. hacia la construcción de sociedades resilientes, democráticas y de seres humanos libres, que sepan vivir en armonía con la biosfera y el conjunto de su entorno.

¿Crees que es urgente adaptarnos a unos niveles de disponibilidad energética cada vez menores?
Es obviamente una prioridad. Nuestras sociedades, y algunas de sus principales manifestaciones como la globalización económica, se sustentan sobre un espejismo energético que tiene nombre y apellidos: la era del petróleo barato, abundante y de buena calidad. Sin embargo, con el techo del petróleo, el oro negro se está convirtiendo en energía cara, escasa y de mala calidad. Por tanto, necesitamos una revolución post-fosilista hacia un modelo basado en la reducción del consumo, el ahorro energético, las energías renovables y la eficiencia energética, y donde consumamos localmente lo que producimos localmente.

¿Qué papel debería desempeñar el decrecimiento en un partido que quiera estar preparado para lo que se avecina en las próximas décadas?
Las ideas del decrecimiento, es decir la salida del dogma del crecimiento, tendría que ser inherente a cualquier movimiento transformador del siglo XXI. Es una cuestión de solidaridad global (con las personas más desfavorecidas, las generaciones presentes y futuras, con los países del Sur, con el resto de seres vivos, etc.) y, simplemente, de supervivencia civilizada de la especie humana.

Para algunos partidarios del decrecimiento ha sido un poco defraudador que Equo presente un programa en el que no se declare expresamente la necesidad de decrecer o la importancia de la crisis energética. ¿Por qué ha sido esto así?
Por un lado, la mejor forma de hacer decrecimiento es aplicarlo con ideas y políticas concretas: al igual que lo hace el “movimiento en Transición” que, sin necesidad de pronunciar el término, es un ejemplo de pragmatismo decrecentista. De hecho, el programa de Equo retoma las principales orientaciones de la ecología política: una economía verde, ajustada a la capacidad de carga del planeta y diseñada desde la equidad, o un cambio de modelo energético con ahorro, energías renovales y ecoeficiencia. Por otro lado, es cierto que el adelanto de las elecciones no nos ha permitido llevar a cabo, y desde abajo, todos los debates y matices que nos hubiera gustado. Equo es una formación joven, con muchas personas de diferentes procedencias y que necesita más tiempo para profundizar de forma participativa sus bases programáticas. Ya es un milagro que lleguemos en estas condiciones al 20-N: fijaos que mientras que Equo realizó su programa en mes y medio, Europe Écologie, el partido verde francés, habrá realizado durante más de un año su labor programática para llegar a las elecciones de abril de 2012. O sea, queda mucho camino por recorrer estos próximos años, e invito a todas las personas que defienden el decrecimiento a acercarse a Equo para participar en la producción de ideas y enriquecer el debate.

¿Cuál es tu papel en Equo?
Soy miembro de la Comisión Gestora de Equo a nivel estatal, que tiene como misión coordinar la estructuración del movimiento político Equo en base al mandato de la Asamblea Constituyente de octubre pasado y a los valores del manifiesto de 4 de junio: la transparencia, la participación democrática, el trabajo en red y desde abajo.

¿Qué retos crees que debe salvar Equo para convertirse en esa cooperativa política que propones?
Ante todo, tal y como se decidió en la Asamblea Constituyente de octubre pasado, abrir un proceso colectivo, horizontal y participativo que permita definir desde el debate contradictorio y desde abajo lo que entendemos por movimiento socio-político del siglo XXI. Allí verteré mis ideas de cooperativa política y partido-red, y estoy seguro que llegaremos de forma colectiva a la conformación de un nuevo objeto político no identificado a la altura de los desafíos sociales y ambientales.

¿Qué ha supuesto para ti el movimiento del 15M?
Un soplo de aire fresco y de esperanzas en el ser humano. Como lo escribía cuando estalló el movimiento y que confirman los últimos meses: el 15-M, sean cuales sean sus realizaciones concretas a corto plazo y como fiel sucesora de 1968, es una brecha cultural abierta a largo plazo. Es otro punto de inflexión más hacia la civilización de la política y la repolitización de la sociedad. Añadiría ahora que con la movilización planetaria del 15-O, las y los indignados han dado otra dimensión al movimiento que, espero, junto con otras movilizaciones alter-mundialistas y ecologistas, sea una semilla más para la construcción de una conciencia ciudadana global.

Ahora pasamos a un minitest de respuestas rápidas…
  Un libro: El diccionario etimológico.
  Un disco: Blood Sugar Sex Magic (Red Hot Chili Peppers).
  Una película: Amores perros.
  Una comida: Una sopa caliente en invierno.
  Un sentimiento: Paz interior.
  Una cita: “Quien crea que un crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente en un mundo finito es un loco o un economista” (Kenneth Boulding).
  Un rincón de tu ciudad preferida: El barrio en el que vivo.
  Un viaje: A un “caracol” zapatista en Chiapas, México.
  “Me encanta…”: El humor negro.
  “No soporto…”: El fatalismo.

Muchas gracias por tu tiempo. ¿Hay algo que quieras añadir?
Gracias a ti por prestarme este espacio para expresar mis ideas.


Entrevista a Florent Marcellesi, realizada por Miguel Antúnez en el blog El Nido del Jilguero

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