El error que lleva a deducir la condición antropológica como externa al
"orden natural" se deduce de la observación correcta de que, en
efecto, parece que con el Homo sapiens la naturaleza se dio un elemento
que hasta antes de nuestra llegada no tenía: la autorreflexión, o lo que es
parecido: la capacidad de pensarse a sí misma. Esta capacidad portada por la
especie humana, la de elaborar teorías; maravilló tanto a sus portadores, que
los llevó en algún momento a imaginar que existía independiente de su
condición natural. Este fue el momento en que durante los tiempos modernos
algunos iluminados llevaron su capacidad de razonar hasta el punto en que fue posible
razonar sobre la razón.
Para realizar esa complicada
operación, fue necesario separar artificialmente lo racional de lo que
supuestamente no lo era, paso que a su vez llevó a un momento paradójicamente
muy irracional: a cosificar la razón. Este fue el momento del racionalismo.
Bacon, Newton, Descartes, y tantos otros, fueron cirujanos que creyeron
extirpar a la razón de la naturaleza, y por lo mismo, de nuestros cuerpos.
Disociada artificialmente la razón de las cosas, no tardaría en convertirse,
artificialmente, en un antagonismo frente a lo natural. La desnaturalización de
la razón, llevaría a la desracionalización de la naturaleza.
La razón cosificada, o lo que es
parecido: desnaturalizada, llevó inevitablemente a su sobre-naturalización, que es lo mismo que decir, a su
endiosamiento. Por esas razones se ha insistido acerca do la necesidad de
realizar un proceso de segunda secularización, que a diferencia de la primera
que fundó una cientificidad con base en la religión de la razón (resultado de
su desnaturalización), y paradójicamente en contra de la religión, desacralice a la propia razón, desmontando el
supuesto antagonismo que se da entre lo racional y lo natural (Mires, 1990,199J
y 1994). Eso pasa a su vez por un cuestionamiento radical de los
principios constitutivos de la cientificidad moderna, basados en
determinaciones indeterminables organizadas en supuestas leyes objetivas, que
no son sino la proyección de una conciencia no plenamente secular.
Basta
simplemente observar como el racionalismo ha juzgado lo supuestamente
no-racional para darse cuenta de cuán necesario es comprometerse en un proceso
de segunda secularización. En nombre de la racionalidad basada en el
progreso, la civilización o el desarrollo, ha sido destruida la naturaleza
hasta haber llegado a la situación que hoy estamos viviendo; la de los límites
objetivos de sobrevivencia de la humanidad.
Todo lo
que de acuerdo con relaciones de poder pasaba a determinarse como no racional,
o natural, ha podido ser explotado, saqueado o destruido. Ya la esclavitud
griega estaba racionalizada sobre la base de supuestos derechos naturales.
Las mujeres, durante milenios, fueron homologadas con la naturaleza no racional,
principio sobre el cual se fundó la civilización patriarcal hasta nuestros
días. El racionalismo moderno, a su vez, no hizo más que interiorizar normas
culturales que ya estaban dudas, creyendo subvertirlas, Lo que para el espíritu
medieval era "pecaminoso", pasó a ser en el espíritu moderno
"irracional". A través de la naturalización de nuestra exterioridad,
y en nombre de una razón sobrenatural, obteníamos la absolución para destruir
nuestra propia realidad. El "reino vegetal" ' y el "reino animal"
estaban fuera de "nuestro reino”. "Nuestro reino" convertido en
imperio, ocupó y destruyó los otros reinos. Hoy quedan de esos reinos
derrotados sólo algunas ruinas que testimonian pálidamente la grandeza que
alguna vez alcanzaron. Los más expresivos sobrevivientes, aquellos que hemos
considerado necesarios para nuestra alimentación, “los animales, agolpados en
campos de concentración, sin saber lo que es la luz del día, industrializados,
o convertidos en "seres domésticos" (sobre quienes se proyectan
sentimientos que ya es "irracional" expresar entre nosotros), nos
contemplan, como escribió una vez Doris Lessing, con sus ojos húmedos, como
preguntándonos por qué les hemos hecho tanto mal. De acuerdo con la ideología
racionalista, el hecho de que no tuvieran una razón parecida a la nuestra ha
sido motivo suficiente para asesinarlos. Por cierto, al igual que muchos seres
humanos, los llamados animales no resuelven problemas algebraicos, pero es
difícil negar que carecen de sentimientos, que saben jugar, amar, construir
nidos con una precisión que puede envidiar cualquier ingeniero, y viajar miles
de kilómetros sin perder nunca la orientación. Eso es instinto, afirmamos,
sospechando que tal no es más que una palabra inventada para designar todas las
formas de inteligencia que suponemos puramente naturales (ya que se da por
sentado que nuestra razón es sobre-natural). Por lo menos, los llamados
despectivamente "pueblos primitivos" entendían inteligentemente la ejecución
de un animal como un acto de sacrificio o de inmolación. Hoy devoramos a
nuestros hermanos de la creación sin hacernos el más mínimo reproche. La desracionalización
de lo natural lo justifica todo.
A
fin de destruir lo natural, declaramos igualmente la guerra a la naturaleza
no racionalista que habitaba dentro de nosotros. Lo instintivo o lo animal fue
convertido por la religión en pecado, Por el racionalismo fue convertido en
"inferior". La antropología y la etnología moderna calificaron a
muchos pueblos como "naturales”, poniéndose al servicio de un colonialismo
mental primero, militar después. De la misma
manera, reprimimos en nuestras almas los sentimientos "inferiores" o
"animales". Impotencia, frigidez, perversiones, son sólo
testimonios mínimos de la declaración de guerra hecha por la razón a la
naturaleza. Esa guerra, en tanto la razón no es sobre ni no-natural, ha
terminado siendo una guerra en contra de la razón misma. Las clínicas
psiquiátricas están pobladas de víctimas de esa guerra. Las calles de nuestras
ciudades también. Tiene razón Al Gore. La civilización misma se ha vuelto disfuncional,
lo que es parecido a decir, enferma.
Que la
razón sea uno de los instrumentos autorreflexivos que se ha dado la
naturaleza, y del cual la especie humana es portadora, es una buena noticia,
pues si la razón conduce al exterminio de la naturaleza, querría decir que la
naturaleza es suicida, algo difícil de creer. Luego, existen motivos para
pensar que esa misma razón, en tanto que es natural, se encuentra en
condiciones de salvar a la naturaleza y con ello, a su especie portadora:
nosotros. Pues autorreflexión quiere decir pensarse a sí mismo. Si la razón es autorreflexiva,
significa que se encuentra en condición de aprender de errores. Esta es a fin
de cuentas una de las mejores propiedades de la inteligencia humana; la de
cometer errores, ya que si no los cometiera, no podría superarse a sí misma, y
por tanto, no habría reflexión, luego, ninguna racionalidad. Sólo quien comete
errores puede pensar racionalmente.
La entrada de la ecología en el
pensamiento político
ofrece sin dudas la posibilidad de enmendar el error que nos hizo suponer que
la razón vivía fuera de lo natural. Corregido este error, la recuperación de la
naturaleza pasa necesariamente por la recuperación de la razón en contra de un
racionalismo que en su esencia era la negación de toda racionalidad. Sólo la
razón salvará a la razón.
Por Fernando Mires. Extraído
de la Revolución Que Nadie Soñó, o la otra posmodernidad.
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