Si atendemos a la literatura especializada que más
cercana se muestra al ecologismo como actor político, en sus discursos y en sus
prácticas, no parece fácil justificar una deuda clara para con posiciones
premodernas e irreflexivas, menos aún si nos fijamos en la configuración del
ecologismo como agente político global. Es más, la evolución que sigue el
ecologismo como otros movimientos sociales hacia la imbricación en redes y
narrativas globales, nos muestra una tendencia sustancialmente autorreflexiva,
dinámica y permeable que, precisamente por eso, ha de hacer frente a retos
nuevos como participante activo en la sociedad civil global. Probablemente el
ecologismo como teoría o ideología política pueda ser más adecuadamente
revisado con mirada crítica poniendo la atención en los retos nuevos, si bien
ver qué lugar ocupan los viejos puede arrojar luz también sobre esa evolución.
Y los retos nuevos no son despreciables. Por ejemplo,
es evidente que en el seno de los actores transformadores contemporáneos no hay
una sola ideología con un rol omniabarcante. Sí parece haber una identidad
global emergente en la sociedad civil crítica, siendo el ecologismo una entre
muchas otras ideologías que pueden suscitar adhesión en movimientos de
movimientos. Esto hace pensar que la función de las ideologías no es la que los
idearios revolucionarios tuvieron en otros momentos de la modernidad.
Más inquietante para el ecologista deberían ser, en
cualquier caso, los límites en que sus ideas se mueven dados los cambios
recientes acontecidos en la política mundial. En su célebre viñeta, en este
caso del día de la Tierra,Forges nos ofrecía un muro pintado con el eslogan
“día del medio ambiente” en que la palabra medio había sido tachada y
substituida por “miedo”. La época del terror hobbesiano en que la política
institucional se aleja a marchas forzadas del paradigma alternativo de los
nuevos movimientos sociales ha significado un retroceso significativo para los
proyectos verdes a todos los niveles, destacando los retrocesos padecidos en
los regímenes de gobernanza ambiental públicos y la pérdida de influencia en
gobiernos tan importantes como el de Bélgica, Francia o Italia.
Quizás sea de este tipo la reflexión que la ideología
verde enfrentará los próximos años.
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