lunes, 30 de enero de 2012

Mensaje póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad (Parte III: Agua Irreparable, Aire Irreparable)


En este capítulo cuarto, Cousteau mantiene que todavía las industrias vierten sustancias desconocidas a la Tierra, y realizan pruebas para identificar los peligros solo después de habernos expuesto a ellos, en lugar de hacer las pruebas primero para garantizar nuestra seguridad. Las ciudades siguen resolviendo sus problemas transfiriendo sus venenos a otros, a merced del viento, de las aguas de un río o de las corrientes de una costa; las naciones siguen computando la contaminación en subtotales, afirmando la “aceptabilidad” de cada una de sus infracciones individuales por mucho que se añadan implacablemente al agregado global. 


Los seres humanos aún tenemos que comprender la enormidad de lo que estamos haciendo: en un segundo geológico, estamos deshaciendo complejidades que tardaron una eternidad en crearse. Mientras que la historia la contamos en milenios, la historia de la vida se escribe en miles de millones de años. Comenta que somos parte de la Tierra, el producto de todo lo que vino antes, y por tanto emparentados con todo lo que hoy existe.

Nos enseña que en lo más profundo de nuestra carne y nuestros huesos, llevamos trazas de nuestros orígenes más elementales, legados de la atmósfera y los océanos primitivos: el hierro de nuestra sangre, el carbonato de calcio de nuestros huesos, el mar en miniatura dentro de cada célula, menos salado que el mar actual pero que recuerda una era en la que algún pez mutó para convertirse en reptil y se arrastró por la tierra virgen. Nosotros, los seres vivos, ya sea mamíferos, anfibios, reptiles o plantas, todos somos aire y agua encarnados. La atmósfera y el océano sustentan la vida. El poder de estos dos recursos es aún más asombroso si tenemos en cuenta que, por “infinitos” que parezcan nuestros suministros de aire y agua, son en realidad escasas las provisiones de ambos de que de algún modo sustentan muestras multitudes. La naturaleza nos ha dado mareas que alimentan la tierra con nutrientes, y las hemos convertido en mareas globales.

¿Por qué proteger la biosfera de la Tierra? El futuro que estamos creando puede ser milagroso o trágico: nadie habrá que pueda explicar la historia completa. La pregunta no es por qué debemos proteger la biosfera; la pregunta es cuando. La respuesta es ahora.

Por Pedro Pozas Terrados.

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