Este
artículo recoge una breve entrevista realizada en Madrid en enero de 2003 por
Rubén Ortega, joven profesor de Filosofía del Derecho, a Carlos Díaz,
reconocido filósofo personalista. El origen de la entrevista fue la preparación
de un libro de reciente publicación que lleva por título Comunitarismo.
Cultura de solidaridad. La entrevista es inédita y tiene la virtud de
abordar de forma sincera y directa cuestiones de gran actualidad como el papel
del Estado, la importancia de la sociedad civil o la responsabilidad del
ciudadano en nuestras democracias
Como
es sabido, el comunitarismo es una de las corrientes actuales de pensamiento
político más novedosas que ha venido enriqueciendo con sus críticas los
planteamientos liberales que más aceptación han tenido en el ámbito académico
desde los años setenta. La característica que define a los comunitaristas es un
interés filosófico y vital por la mejora real de nuestras sociedades. Su
reivindicación de las comunidades surge tras constatar cómo las fuerzas principales
de la modernidad han venido erosionado los mismos fundamentos del orden social
en busca de una expansión cada vez mayor de la libertad.
Generalmente
el comunitarismo es considerado como un movimiento para la renovación moral de
la sociedad nacido en el contexto occidental, tanto en Estados Unidos como en
Europa. Gutmann lo considera una nueva versión de la crítica al
liberalismo que en los años sesenta y setenta se inspiraba en Marx y ahora lo
hace en Aristóteles y Hegel. Aunque, desde presupuestos metodológicos
diferentes, ciertos aspectos de su pensamiento presentan parecidos de familia
con las tesis comunitaristas más conocidas. ¿A su juicio, cuál es la novedad que
aporta esta corriente?
Me
debo confesar ignorante del comunitarismo. He leído algunas cosas. He leído a
Rawls, he leído a Etzioni y, en fin, he leído esta línea. Pienso que es el
fenómeno de lo ya visto. Yo esto lo he leído en Mounier, en Ricoeur, en
Lacroix, en Nédoncelle, o en Zubiri y en
los personalistas comunitarios y desde otras perspectivas filosóficas. Pero
especialmente en Mounier. Pero, ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que
mis referentes personalistas son más exigentes en materia social. A esta gente,
desde mi desconocimiento o desde mi conocimiento superficial de los
comunitaristas los considero liberales de izquierdas en el fondo.
Es decir, no ponen en
cuestión el capitalismo ni la propiedad privada de los medios de producción,
etc. Sin embargo, mi tradición arraiga, desde la identidad cristiana, en
posiciones militantes obreras del siglo XIX, anarquismo, comunismo, socialismo,
etc.
Sin embargo,
recién iniciado este tercer milenio, parece que apelar a estas grandes
ideologías del siglo pasado resulte chocante y políticamente incorrecto en un
mundo académico cuyo discurso suele depurarse de cualquier connotación
ideológica. ¿En qué medida piensa que la proliferación de literatura sobre la
justicia y los derechos humanos tiene una incidencia real en el progreso de
nuestras sociedades?
Las grandes discusiones
teóricas, sutilezas en torno a lo justo y todo lo demás, me parecen más o menos
desproporcionadas respecto a la ineficacia social en que se traducen. Por tanto,
considero que están bien para alimentar la academia; para hacer tesis
doctorales y demás pero la gente que lo defiende, en general, no pasa de ahí.
En consecuencia, a pesar de mis esfuerzos para introducirme en el
comunitarismo, no me he sentido nunca cercano porque me parece que, en el
fondo, es todo muy americano. Y cuando digo esto no es por demonizar o tomar
posiciones a priori irracionales ni nada similar sino porque,
simplemente, lo que viene de allí con mucho inglés es bastante pobre a la hora
de elevar a los más desfavorecidos.
¿Considera
entonces que es un discurso alejado de la realidad?
Puede ser muy complejo y
técnicamente muy dialéctico y con cierta finura en la abstracción o en la
conceptualización pero no va más allá. Esta es mi posición sincera y así creo
que la he manifestado alguna vez. Pero estaba deseando, de verdad, que alguien
tomase esta confrontación por los cuernos. Cuando he presentado mis posiciones
a algunos comunitaristas españoles, no han respondido. Tampoco han dicho si
llevo o no razón. A mi no me importa llevar razón. Me importa que esto se
analice y que yo me entere. Y si estoy en un error: mi total gratitud.
Abjuraría de mi error. Esa es mi posición siempre.
Algunos
autores que frecuentemente aparecen citados como comunitaristas son Amitai
Etzioni, Michael Sandel, Michael Walzer
y Charles Taylor. Aunque elementos comunitarios podemos encontrarlos en
estudiosos a los que normalmente no se reconocen como tales. Cada autor se
ocupa de distintas cuestiones y adopta perspectivas más o menos diversas por lo
que no podemos hablar de un cuerpo doctrinal claramente definido. En
definitiva, el término “comunitarista” es una etiqueta flexible y útil sólo en
parte porque enmascara y simplifica un conjunto heterogéneo de posturas ¿A su
juicio, qué le falta al comunitarismo para convertirse en una auténtica
alternativa al pensamiento dominante liberal?
Un planteamiento de verdad
comunitarista debería tener varios niveles de implicación. En primer lugar,
todo pensador interesado en la transformación de la sociedad debe optar por los
pobres. Es la posición de la filosofía hebrea que no de la griega. Yo me he
reconvertido bastante a los hebreos. Es la posición del rostro de la viuda, del
huérfano y del extranjero. Sólo desde abajo, con los pobres, se hace algo a
favor de los pobres. Nosotros no queremos la pobreza por la pobreza. No
queremos que nuestro comportamiento práctico se quede ahí. Sino que queremos
elevarlo a conceptualización analítica y racional. Queremos dar respuesta a las
grietas del sistema, que llaman liberalismo, desde un análisis epistemológico.
Que nadie diga: estos optan por los pobres porque son tontos y no conocen la
filosofía. O no conocen la politología. Por ello, somos muy exigentes. Siempre
hemos dicho que la opción por los pobres exige una gran metafísica; estar en la
brecha conceptual.
Precisamente,
en el pensamiento filosófico español tenemos grandes pensadores como Ortega o
Zubiri que han llevado a la práctica este compromiso.
Efectivamente, Xavier
Zubiri, Ignacio Ellacuría, Jose Luis L. Aranguen, Pedro Laín son algunos de los
mejores filósofos españoles que han contribuido con su filosofía y su práctica
vital. Han dicho las mismas cosas y mejor que muchos comunitaristas. Algunos
llegaron a abandonar el quehacer académico implicándose vitalmente con los
pobres no como intelectuales en boga. He conocido personalmente a muchos de los
intelectuales más admirados y leídos actualmente y te puedo decir que son
mequetrefes como personas. Por eso, hacen falta maestros, llenos de defectos
pero que queremos vivir lo que enseñamos. De ahí que yo haya hecho tanto
hincapié en la dimensión magisterial.
Pese a sus
reticencias, observo en sus palabras amplias coincidencias con el planteamiento
comunitario. Comparten un análisis basado en la observación sociológica y
empírica de nuestra sociedad contemporánea, un diagnóstico compartido que
revela la disolución de nexos sociales, la disolución de las identidades
colectivas y una denuncia del creciente egoísmo individualista. ¿Cómo definiría
el personalismo?
El personalismo comunitario
es un árbol cuya raíz es hebrea, cuyo tronco es cristiano, a través de la Edad
media, cuya primera anudación metacristiana es Kant, con la persona como fin en
sí mismo. Algunos autores como Kierkegaard, Pascal, etc. y finalmente: la
fenomenología. Y a partir de ahí se abre en la historia de la filosofía las
diversas posiciones personalistas. En general, hoy son judías y
fundamentalmente cristianas. Desgraciadamente, no hay un personalismo
agnóstico.
El pluralismo
y la tolerancia son dos de los grandes valores que reivindicó la modernidad.
Creo que cualquier teoría que pretenda servir a nuestras sociedades
democráticas debe situarlos en un lugar privilegiado y sería rechazada con
razón si no es capaz de explicarlos o si representa un peligro para ellos.
La democracia es el menos
malo de los sistemas. Es decir, es malo. Pero no cabe todo. El que es tolerante
con el mal es a la larga intolerante con el bien. Pluralismo sí, pero dentro de
unos límites La democracia no es el reino de los fines de Kant. Entre la
dictadura del proletariado y el pluralismo absoluto queda un espacio, creo yo.
Tolerancia absoluta implicaría tolerancia de opiniones y de las acciones de los
violentos. Hay que poner algún coto. La utopía final es que no haya necesidad d
eso y las cárceles sean sustituidas por escuelas. Ves! Estos problemas, por
ejemplo, me parecen puramente académicos. Que son para mero consumo académico.
Rawls
define el pluralismo moral característico de nuestras sociedades contemporáneas
como “pluralismo razonable”. Con este término describe el desacuerdo moral
existente entre personas razonables. Desde
posturas similares a la suya, se evita utilizar tesis sustantivas para defender
el pluralismo y se lo define como tolerancia a estilos distintos que se
respetan independientemente de su valor moral. ¿Considera que el personalismo
se encuentra necesariamente ligado a una concepción religiosa de la vida o es
posible un personalismo no comprometido con creencias religiosas?
Un personalismo agnóstico
sería perfectamente posible. Sería muy interesante preguntarse porqué no lo hay
y la brecha que supone que no lo haya. Esta ausencia se traduce en una merma
enorme depauperadora de las constantes democráticas porque hay un terreno en el
que no hay intersección. No hay, por tanto, una verdadera democracia. Por
supuesto, sería posible una defensa laica o agnóstica del personalismo.
Creyentes y no creyentes deberíamos estar de acuerdo en que la persona es un
fin en sí misma. Aunque luego ya los creyentes no se conformen con eso y digan
que, aunque es un fin en si misma, no es “el final.
Usted es uno
de los filósofos españoles más productivos, con más de cien libros en la calle
de pensamiento filosófico, historia de las religiones y filosofía política. En
1984 fundó el Instituto Emmanuel Mounier. ¿Cómo lleva a la práctica ese compromiso vital que tanto
hecha en falta en los pensadores contemporáneos?
Nosotros nos lo pagamos
todo. No nos dan ni nos darían aunque lo pidiéramos. Ninguna subvención. Frente
a las ONGs al uso, cualquier cosa que se hace con cargo a los presupuestos
generales del Estado...es el papá Estado siempre. Me gustaría encontrar alguna
ONG que cuestionara el Estado. El Estado tiene la coartada perfecta con las
ONGs. Primero lanza la bomba y luego pone la mercromina. La mercromina son las
ONGs.
Desde el
comunitarismo moderado, Etzioni insiste
en que la aportación del Estado al espacio público puede entenderse como un
fomento de opciones valiosas que se hacen efectivamente disponibles para los
ciudadanos. El papel primario es desempeñado por las familias, y otras
asociaciones o instituciones que trabajan estrechamente con los individuos. ¿A
su juicio, cuál debería ser el papel del Estado?
El Estado, cuanto más
mínimo, mejor. Y, desde luego, si totalmente ausente, aún mejor. Pero esto
claro, hoy es imposible. Para que se llegue a eso tenemos que tener una
sociedad civil con una contextura antropológica y utópica, en el mejor sentido,
extraordinaria. Es decir, para que se dé una sociedad sin Estado, que es lo que
quiere el anarquismo y es lo que defiendo yo, para eso hace falta una
antropología y una ética de primera magnitud.
En La nueva regla de oro, Amitai Etzioni
también apuesta por un cambio en el tipo de ciudadano. Propone avanzar en la
transformación de nuestras relaciones de modo que poco a poco los ciudadanos
asuman libremente deberes que no son de orden jurídico o legal sino que son
responsabilidades de índole moral.
Efectivamente. Por eso, el
personalismo comunitario no dice que lo solucione el Estado, como decía el
marxismo a través de una dictadura del proletariado y luego veremos. Nosotros
defendemos que el cambio sea a la vez moral, personal y social. De otro modo no
será. Parece que si el Estado es tan malo, la sociedad civil es mejor. De que
me sirve a mi mover la guillotina, como Robespierre, si no tengo recambio. Si
no tengo una sociedad antropológicamente desarrollada, capaz de hacer nada. Si
la televisión me ofrece el hombre-masa. El protagonista hoy es el hombre-masa.
Antes era la burguesía, que al menos vestía bien, era creativa y se
emborrachaba con elegancia. Ahora, los personajes son los hombres vulgares
cutres. Ya lo decía Ortega en La Rebelión de las masas. Por ello,
quitas, la Idra policéfala del Estado y ¿a quién pones? Porque claro, con eso
de que el comunismo ha caído, por su propia malicia, precisamente, se ha
crecido el capitalismo.
Sin embargo,
en las circunstancias históricas actuales creo que el Estado tiene un papel
insustituible y configura un ámbito de relaciones jurídicas que favorecen la
convivencia y la garantía de derechos hasta límites insospechados en el pasado.
Todos los Estados no son
iguales, por otra parte. Hay Estados mejores y peores. Hay formas y formas. Yo
soy maximalista en el deseo e infimalista en el día a día. Si saco un poquito,
me conformo. Yo trabajo para una sociedad futura. Esa voluntad anarquista
constituiría el reino de Dios en la tierra y para eso me levanto temprano. Hay
que luchar contra el Estado mastodóntico y global e ir sustituyéndolo desde
abajo con, desgraciadamente, minorías. Desgraciadamente para mí porque mi ideal
no es la élite. Cuando alguien pregunte qué es el personalismo comunitario, Le
digan: venid y vereis. Y no: lee a…
Creo que la
invitación a la acción también se encuentra muy presente en los escritos de
Etzioni. El sociólogo comunitarista
considera que la reflexión teórica sobre los problemas de nuestras sociedades
debe tener una plasmación en la realidad fomentando transformaciones reales en
nuestros modos de vida. Este mismo
impulso lo encontramos en el pensamiento de Mounier. Sus escritos expresan un
profundo compromiso personal con la
acción, la lucha contra el orden establecido y la revolución pacífica de las
estructuras capitalistas dominantes. En definitiva, entiende la filosofía como
“una ciencia combativa”.
Así es. El análisis reflexivo tiene que desembocar en una opción
solidaria, pues para reconocer fáctica y no sólo verbalmente la dignidad de la
persona hace falta una práctica mínima de comunidad, experiencia de
comunionalidad, de compromiso sociopolítico a cualquiera de los niveles, desde
las asociaciones vecinales y los movimientos de barrio hasta las organizaciones
sociales intermedias, desde el trabajo cultural hasta el sindical, e incluso al
parlamentario, buscando nuevas agrupaciones cuando las actuales no resultaran ya
verdaderamente alternativas frente a la exclusión. Yo defiendo que hay que moverse en
todos los terrenos. Yo, por ejemplo, soy funcionario público, estoy trabajando
en el Estado, no para servirle a él, sino para servir a las personas de la
sociedad civil. Soy también contertulio dela COPE. Donde me llaman, voy. Estoy
siempre en Congresos internacionales. La gente asocia personalismo con Carlos
Díaz. He creado una editorial, genero cultura nueva. No me auto margino. Lo que
pasa es que lo hago desde abajo. Hay dos tipos de cultura; siempre las ha
habido- La cultura olímpica y la cultura któnica. La olímpica es la de
Savater u compañía. Son la gente conocida que está siempre en la tele; la gente
que sale. Nada tengo contra ella. Ojalá yo pudiera estar ahí. Cuanto más estés,
mejor para tu causa. Otra cosa es el riesgo de llegar arriba y quedarte allí.
Pero yo estoy, sobre todo, con la cultura de los pobres. Me gustaría que nos
vieras en la selva de Bolivia, con maestros rurales, porque yo aprendo mucho
allí. No se trata sólo de dar desde arriba sino de aprender. A mi los pobres me
evangelizan.
Ortega
Cotarelo, R. “Aportaciones del comunitarismo al pensamiento político contemporáneo.
Entrevista a Carlos Díaz”, Acontecimiento,
Revista de pensamiento personalista y comunitario, 70 (2004) p. 108 y ss.
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