lunes, 30 de enero de 2012

Mensaje póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad (Parte VIII: La Vida en mil millones de años)


Escribe que la sala de la evolución no solo define nuestro lugar en el tiempo sino que también define nuestro lugar en la fraternidad de la vida. Nosotros, los seres vivos, fuimos descritos por Loren Eiseley como huérfanos cósmicos, sin memoria de la explosión de las estrellas, las colisiones galácticas, las tormentas primigenias y las erupciones de volcanes que nos concibieron. Sin embargo nosotros, los huérfanos cósmicos, no estamos solos. Toda nuestra familia de la vida, animales y plantas, animales de sangre fría o de sangre caliente, todos somos hermanos unidos por antepasados comunes, las primeras células nutridas por la tierra y el mar. Los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de miles de millones de años en el pasado sin duda pueden guiarnos en nuestros sueños para los miles de  millones de años en el futuro.


Nos aclara que el desarrollo del cerebro y  de la inteligencia progresa a lo largo de vías paralelas durante la evolución de los primates. Entonces la tendencia se fractura de manera abrupta produciendo un cisma entre el chimpancé y el humano. He visto cachalotes comportarse con más inteligencia que los simios. Nuestros homólogos evolutivos más cercanos quizá no sean los primates, sino animales situados en la cima de otra rama del árbol familiar: los mamíferos marinos, y más concretamente en los cetáceos.

El homo sapiens escribe, aún no comprende que su supervivencia depende ahora no de conquistar la naturaleza, sino de protegerla. El hombre ha ascendido hasta su nivel de incompetencia. ¡Nos queda tanto camino por recorrer...!

Jacques finaliza entre otras cosas, escribiendo que la vida ha evolucionado hasta las formas que los biólogos consideran el vertebrado más complejo, al ser humano, y la planta más compleja, la orquídea; designando al pulpo, dada su inteligencia y su devoción por la continuidad de su especie, como el invertebrado más elevado.

Las cuestiones medioambientales siguen cayendo en el olvido, en la ignorancia de políticos que solo ven hasta donde llega las urnas, sin importarles la situación real del mundo, de nuestra Tierra. Lo denunciado por Cousteau sigue vigente, es actual y vamos a peor por la ineptitud de gobernantes y dirigentes que bailan al son de la música que les impone el poder financiero, responsable último de este ataque suicida contra la vida.

La Cumbre de Durban de donde se supone deberían haber salido planes de acción concretos para evitar que el cambio climático siga avanzando y se sigan deforestando las selvas tropicales, ha sido un nuevo completo fracaso. A los políticos no les importa las hambrunas, la desertización, la deforestación…,de esta forma se convierten en cómplices de todas las muertes que se produzcan a causa del cambio climático que nos quieren amoldar a él, en lugar de evitar su continuidad alarmante hacia una autodestrucción sin precedentes en la historia de la Tierra.

El activista contra la explotación petrolera en Nigeria y en representación de la Red Internacional “Justicia Climática”, Nnimmo Bassey ha preguntado a los gobiernos si no se avergüenzan de su egoísta indiferencia por la creación de esta crisis y el pasotismo e ineficacia para poder dar un respiro a todas las sociedades del mundo. Solo están preocupados del negocio del CO2, un negocio que está hundiendo a muchos pueblos que viven de los bosques.

Bassey ha dicho que “el acuerdo que se está generando aquí significa más años de inactividad. Esta inacción tendrá como consecuencia la incineración de África y causará devastación en todo el mundo”. Este nuevo fracaso supone condenar a muerte a millones de personas. ¿Tenemos que permitirlo? Cousteau nos ha dejado una gran reflexión. El, que vivió las experiencias muy hermosas y nos hizo sentir la belleza del mar, sabía que de no protegerlo, las estampas de la vida se volverían grises, tristes, con colores de muerto de asfixia ambiental.

Condenar a muerte a millones de personas por puro placer de no ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la protección de la vida, de  nuestra Tierra, colma el vaso de las dignidades y es un crimen de lesa humanidad que tiene que ser juzgado por los pueblos del mundo. La indignación que nos dejó Yacques en este libro, es la misma que impulsa a la sociedad a indignarse contra la ineptitud, el robo, el acoso, la dictadura y la falta de derechos fundamentales de las personas. El bienestar social ha sido herido por una crisis nacida del poder corrupto financiero. El bienestar de la humanidad esta siendo asesinado ante una dictadura global que ataca el propio significado “humanidad”.

Jacques Cousteau nos ha dejado este mensaje póstumo para defender la vida de la Tierra en toda su amplitud. Un mensaje que debe ser escuchado aunque haya pasado años y muchos hayan intentado que no llegaran sus palabras a ser leídas por usted.

Debemos destapar a los opresores de nuestra sociedad, a los que no quieren que sigamos avanzando y evolucionando hacía un bienestar social total, a los que premeditadamente se aferran a tecnologías obsoletas existiendo energías libres y casi gratuitas al servicio del pueblo, apartar a los políticos ineptos instaurando leyes que impidan privilegios, pedir responsabilidades penales por sus acciones, que no se permita a representantes elegidos por el pueblo proceder de empresas manipuladoras, que tengan responsabilidad penal en el empleo de dinero público.

Cousteau ya lo pedía poco antes de su muerte en 1997, el hombre en su conjunto debe evolucionar hacia un mundo de vida, preservando la biodiversidad en todo su esplendor.

Por Pedro Pozas Terrados.

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