Escribe que la sala de la evolución no solo define
nuestro lugar en el tiempo sino que también define nuestro lugar en la
fraternidad de la vida. Nosotros, los seres vivos, fuimos descritos por Loren
Eiseley como huérfanos cósmicos, sin memoria de la explosión de las estrellas,
las colisiones galácticas, las tormentas primigenias y las erupciones de
volcanes que nos concibieron. Sin embargo nosotros, los huérfanos cósmicos, no
estamos solos. Toda nuestra familia de la vida, animales y plantas, animales de
sangre fría o de sangre caliente, todos somos hermanos unidos por antepasados
comunes, las primeras células nutridas por la tierra y el mar. Los
acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de miles de millones de años en
el pasado sin duda pueden guiarnos en nuestros sueños para los miles de
millones de años en el futuro.
Nos aclara que el desarrollo del cerebro y de
la inteligencia progresa a lo largo de vías paralelas durante la evolución de
los primates. Entonces la tendencia se fractura de manera abrupta produciendo
un cisma entre el chimpancé y el humano. He visto cachalotes comportarse con
más inteligencia que los simios. Nuestros homólogos evolutivos más cercanos
quizá no sean los primates, sino animales situados en la cima de otra rama del
árbol familiar: los mamíferos marinos, y más concretamente en los cetáceos.
El homo sapiens escribe, aún no comprende que su
supervivencia depende ahora no de conquistar la naturaleza, sino de protegerla.
El hombre ha ascendido hasta su nivel de incompetencia. ¡Nos queda tanto camino
por recorrer...!
Jacques finaliza entre otras cosas, escribiendo que
la vida ha evolucionado hasta las formas que los biólogos consideran el
vertebrado más complejo, al ser humano, y la planta más compleja, la orquídea;
designando al pulpo, dada su inteligencia y su devoción por la continuidad de
su especie, como el invertebrado más elevado.
Las cuestiones medioambientales siguen cayendo en
el olvido, en la ignorancia de políticos que solo ven hasta donde llega las
urnas, sin importarles la situación real del mundo, de nuestra Tierra. Lo
denunciado por Cousteau sigue vigente, es actual y vamos a peor por la
ineptitud de gobernantes y dirigentes que bailan al son de la música que les
impone el poder financiero, responsable último de este ataque suicida contra la
vida.
La Cumbre de Durban de donde se supone deberían
haber salido planes de acción concretos para evitar que el cambio climático
siga avanzando y se sigan deforestando las selvas tropicales, ha sido un nuevo
completo fracaso. A los políticos no les importa las hambrunas, la desertización,
la deforestación…,de esta forma se convierten en cómplices de todas las
muertes que se produzcan a causa del cambio climático que nos quieren amoldar a
él, en lugar de evitar su continuidad alarmante hacia una autodestrucción sin
precedentes en la historia de la Tierra.
El activista contra la explotación petrolera en
Nigeria y en representación de la Red Internacional “Justicia Climática”,
Nnimmo Bassey ha preguntado a los gobiernos si no se avergüenzan de su egoísta
indiferencia por la creación de esta crisis y el pasotismo e ineficacia para
poder dar un respiro a todas las sociedades del mundo. Solo están preocupados
del negocio del CO2, un negocio que está hundiendo a muchos pueblos que viven
de los bosques.
Bassey ha dicho que “el acuerdo que se está
generando aquí significa más años de inactividad. Esta inacción tendrá como
consecuencia la incineración de África y causará devastación en todo el mundo”.
Este nuevo fracaso supone condenar a muerte a millones de personas. ¿Tenemos
que permitirlo? Cousteau nos ha dejado una gran reflexión. El, que vivió las
experiencias muy hermosas y nos hizo sentir la belleza del mar, sabía que de no
protegerlo, las estampas de la vida se volverían grises, tristes, con colores
de muerto de asfixia ambiental.
Condenar a muerte a millones de personas por puro
placer de no ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la protección de la
vida, de nuestra Tierra, colma el vaso de las dignidades y es un crimen
de lesa humanidad que tiene que ser juzgado por los pueblos del mundo. La
indignación que nos dejó Yacques en este libro, es la misma que impulsa a la
sociedad a indignarse contra la ineptitud, el robo, el acoso, la dictadura y la
falta de derechos fundamentales de las personas. El bienestar social ha sido herido
por una crisis nacida del poder corrupto financiero. El bienestar de la
humanidad esta siendo asesinado ante una dictadura global que ataca el propio
significado “humanidad”.
Jacques Cousteau nos ha dejado este mensaje póstumo
para defender la vida de la Tierra en toda su amplitud. Un mensaje que debe ser
escuchado aunque haya pasado años y muchos hayan intentado que no llegaran sus
palabras a ser leídas por usted.
Debemos destapar a los opresores de nuestra
sociedad, a los que no quieren que sigamos avanzando y evolucionando hacía un
bienestar social total, a los que premeditadamente se aferran a tecnologías
obsoletas existiendo energías libres y casi gratuitas al servicio del pueblo,
apartar a los políticos ineptos instaurando leyes que impidan privilegios,
pedir responsabilidades penales por sus acciones, que no se permita a
representantes elegidos por el pueblo proceder de empresas manipuladoras, que
tengan responsabilidad penal en el empleo de dinero público.
Cousteau ya lo pedía poco antes de su muerte en
1997, el hombre en su conjunto debe evolucionar hacia un mundo de vida,
preservando la biodiversidad en todo su esplendor.
Por Pedro Pozas Terrados.
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