En ese sentido, la
Economía de la Solidaridad muestra una aproximación notable a los esfuerzos
emprendidos por los socioeconomistas. La Economía de la Solidaridad, a
diferencia de la socioeconomía que nace en los países centrales, es una
producción teórica que surge en América Latina, a principio de los ochenta,
persiguiendo al menos dos objetivos: en primer lugar, rescatar las formas
alternativas de hacer economía (de producir, distribuir, consumir y acumular);
y en segundo lugar, reelaborar la teoría económica construyendo el herramental
necesario para comprender estas economías alternativas que funcionan con
parámetros, valores y principios diferentes a los típicamente
"privados-capitalistas" y "estatal-regulado".
Siguiendo a
Polanyi, los economistas solidarios, rescatan en los "mercados
determinados”, diferentes racionalidades que se expresan en múltiples
Relaciones Económicas y múltiples Factores de Producción. Entre las relaciones
económicas, podemos distinguir las integrantes del sector de intercambios, esto es, básicamente las relaciones de
intercambio, hoy hegemónicas y que habrían adquirido especial relevancia a
partir de la Revolución Industrial. En segundo lugar, el sector regulado (estatal) pone en funcionamiento relaciones de
Tributación y Asignación Jerárquica. El sector
solidario, o tercer sector, por su lado, se manejaría sobre la base de
relaciones económicas más integradoras como las de donaciones, reciprocidad,
redistribución y comensalidad. Las relaciones de donación, de fundamental
importancia para comprender los comportamientos socioeconómicos, han sido
increíblemente dejadas de lado por las ciencias económicas hasta que Kenneth
Boulding, sobre fines de los sesenta fundara junto a otros investigadores la
Association for the estudy of the grants economy, y publicara su The economy of
love and fear - A preface to grants economy. Las donaciones, las relaciones de
gratuidad, el trabajo voluntario, etc., son expresiones en tal sentido, que
aportan su cuota de integración y solidaridad a los mercados determinados.
Muchos de los trabajos sobre el "Tercer Sector", sobre todo los de
origen norteamericano, han hecho hincapié en este "nuevo" fenómeno
que implica la puesta en movimiento de miles de millones de dólares en todo el
mundo, además de la energía y trabajo voluntario de tantos cientos de miles que
dedican una parte de su tiempo a causas no atendidas por las meras relaciones
de intercambios. Las relaciones de reciprocidad, por su lado, también
desconocidas por la ciencia económica neoclásica, han sido fundamentalmente
desarrolladas teóricamente por la antropología económica (Marcel Mauss,
Malinovski, Polanyi), e investigadas por numerosos autores en América Latina,
que han comprobado cómo la sobrevivencia de numerosos grupos populares es
posible en virtud de la puesta en práctica de este tipo de relaciones. Las
relaciones de redistribución, por su lado, han sido principalmente
desarrolladas por Polanyi y su grupo de investigadores de la Universidad de
Columbia. Las relaciones de comensalidad, por último, operan con la lógica de
las anteriores, pero referida a grupos pequeños o comunidades, y su
autonomización teórica responde a los estudios del chileno Luis Razeto.
Finalmente, la
Economía Solidaria, no sólo analiza las diferentes relaciones de distribución,
sino también los diferentes comportamientos económicos visibles en las etapas
de la producción, consumo y acumulación, todo lo cuál conforma una matriz
teórica donde ubicamos tres grandes sectores de la economía: sector de
intercambios, sector regulado y sector solidario.
La elaboración que
surge al interior de la Economía de la Solidaridad en América Latina, unido a
las diferentes teorizaciones que surgieron en los países centrales
(fundamentalmente EUA y Europa) en el marco de la socioeconomía, nos faculta a
analizar desde una perspectiva socioeconómica solidaria, diferentes fenómenos
sociales entre los cuáles, el que nos interesa en esta ocasión: los problemas
ecológicos.
La Ecología desde una perspectiva
socioeconómica solidaria
En el marco de la
socioeconomía solidaria los temas ecológicos se han vuelto especialmente
importantes al menos por dos razones que repasaremos a continuación. Una de
ellas, tiene que ver con la conceptualización de la sociedad como sujeto
diacrónico. Un segundo aspecto central en el debate
socioeconómico-solidario vinculado al tema medioambiental, es la puesta en tela
de juicio del concepto de desarrollo económico, tanto desde el punto de vista
teórico como desde el punto de vista de sus prácticas más habituales. Veamos
estos asuntos.
La sociedad, según
la entendemos nosotros, no solo actúa en el presente, y recoge una tradición
del pasado (hasta aquí nada novedoso en la sociología clásica), sino que además
trasciende hacia el futuro, de manera que el tiempo que vendrá, también forma
parte de nuestras reflexiones, actuando en el presente por medio de todas las
acciones de efecto diferido a largo plazo.
Las generaciones
contemporáneas han sido testigos de la importancia de la diacronía social,
justamente por el impacto que están causando los efectos del pasado más cercano
sobre nuestro presente; y los efectos de nuestro presente sobre el futuro
próximo, en materia ambiental. El ambiente natural, de esta manera, estaría
ubicándose como una especie de blanco inevitable por parte de la sociedad
contemporánea y de su cultura de la modernidad que impregna lo económico, lo
que hace inevitable la reflexión sobre los alcances que tendrá para las
generaciones futuras, las hipotecas del presente, pero además, las
responsabilidades que tenemos en el presente con respecto a las generaciones de
futuro.
Y esto último, por
cierto, nos sitúa en las antípodas de la cultura individualista, tan en boga en
determinados círculos neoliberales, que popularizan frases del tipo "sólo
tenemos que rendir cuentas a nosotros mismos de lo que nos suceda en la
vida". Algunos popes del management, como Drucker, o de la economía
liberal, como Friedman, van más lejos al señalar que los negocios son los
negocios, y por lo tanto no tienen obligaciones sociales.
Nosotros, por el
contrario, somos de la idea que los individuos forman parte de una sociedad, de
donde se desprenden no solo derechos, sino también obligaciones, que en una
perspectiva plural en los tiempos, debe incluir también a las generaciones
futuras. Etzioni habla en ese sentido, de la virtud de la responsabilidad
respecto a la tierra, o sea, el compromiso con el medio ambiente como bien
común, de cuño netamente comunitario, contra ciertos argumentos ecologistas
principalmente utilitarios, instrumentalistas y centrados en las consecuencias.
El otro tema
central se vincula a la noción de desarrollo entendido como crecimiento
económico. Esta idea, muy propia del modernismo, que recoge antecedentes
directos en las posturas de la incipiente economía, pero que además sigue
siendo muy visible en los discursos concretos de buena parte de los actores del
sistema político de nuestros días, ha provocado en los hechos durante las
últimas décadas, importantes desajustes y catástrofes ambientales. Algunas
indicios de esto pueden ser mejor entendidos al analizar el impacto de ciertos
agentes químicos en nuestras economías.
El Dióxido de
carbono, por ejemplo, es producido especialmente por la quema de combustibles
fósiles, aunque actúan además la agricultura y la deforestación. Además de
problemas de smog, la enorme cantidad de carbono lanzada a la atmósfera, altera
los ciclos de otros nutrientes. Para hacerse una idea de su incremento en la
concentración atmosférica, vale citar que hacia principios de la Revolución
Industrial, la concentración de CO2 en la atmósfera era de unas 290 ppm. En
1958, la concentración pasó a ser de 315 ppm; y en 1980, de 335 ppm. El efecto
más claro de este proceso, es el recalentamiento de la tierra, ya que su
concentración en la atmósfera impide que una parte importante de la radiación
solar salga reflejada hacia el espacio exterior. De esta manera se produce lo
que los ecólogos han llamada efecto invernadero, esto es, una elevación de las
temperaturas del planeta (se calcula que la temperatura podría subir entre 3 y
7 grados Celsius para el año 2030) que ocasionará una subida de los mares y un
cambio en los patrones de producción agrícola. Hay quienes sostienen, desde una
postura apocalíptica, que este fenómeno podría conducir a uno de esos grandes
hitos climáticos de la historia de la vida en el planeta, que por ejemplo, en
el paleolítico, habría eliminado a los dinosaurios de la faz de la tierra.
Finalmente, señalemos que la concentración de monóxido de carbono (CO) en las
grandes urbes, producto del tráfico automovilístico, por ejemplo, añaden
"nuevas enfermedades" a las que deben enfrentarse los ciudadanos de un
mundo que sigue creciendo a ritmos alocados.
Por otro lado,
tenemos que el propio modelo de desarrollo está produciendo en cantidades
alarmantes, gases como el anhídrido sulfuroso, el monóxido de carbono, el óxido
de nitrógeno, el plomo, etc., que en su conjunto ya sea por la combustión de
combustibles fósiles en la industria como por los automóviles, ayudan a la
contaminación ambiental. Los óxidos de nitrógeno (N2O y NO2) y de azufre (SO2),
a diferencia de los nitratos y sulfatos, son tóxicos en grados variables. La
combustión de combustibles fósiles ha incrementado notablemente las
concentraciones de esos óxidos en el aire. Para el caso del SO2, una de sus
principales causales es la quema del carbón. Mientras tanto, los escapes de los
automóviles que cada día circulan en mayor número en el planeta, unida a otras
combustiones industriales, son fuente del NO2. El dióxido de azufre daña la
fotosíntesis, y además, en combinación con el vapor de agua, produce ácido
sulfúrico diluído (H2SO4), más comúnmente conocido como "lluvia
ácida", un fenómeno tan actual como actuante en muchas regiones
industriales, que causa estragos, fundamentalmente sobre los arroyos o lagos de
aguas blandas y sobre los suelos ácidos, que carecen de amortiguadores del PH.
Por su lado, los óxidos de nitrógeno irritan las membranas respiratorias de los
animales superiores, incluido el ser humano. En contacto con otros agentes, se
generan sinergismos que elevan los peligros. Es el caso del NO2 en combinación
con los rayos ultravioletas del sol, y los hidrocarburos no quemados (resultado
de la proliferación de automóviles), dando origen a un smog fotoquímico que
además de lagrimeo (fenómeno visible en ciudades como Santiago o México) puede
provocar enfermedades mayores.
Por otro lado,
algunos gases (cloroflurocarbonados y otros), producidos en gran escala desde
los años veinte por la industria, sobre todo de los EUA, han provocado la
destrucción de las moléculas de ozono, produciendo la disminución en el espesor
de la capa de ozono. Resultado: aumento de la radiación de rayos ultravioletas,
lo que provoca la destrucción de parte de la biodiversidad, a la vez que afecta
la fotosíntesis de las plantas, ayudando por esta otra vía a aumentar la
concentración de dióxido de carbono. Para el hombre, las consecuencias directas
ya son plenamente visibles: aumento de casos de cáncer a la piel; prohibición
en tomar baños solares a las horas pico, etc. La industria del turismo en
países como Uruguay podrían resentirse fuertemente por este fenómeno, aunque
ésta sea una consecuencia marginal con relación a otras.
La disminución de
la biodiversidad es otro de los problemas más actuales. Hoy son millares las
especies catalogadas en peligro de extinción, lo que se une a las
aproximadamente 400 que se habrían extinguido desde la revolución industrial.
Este problema se une al hecho que la mayoría de las especies biológicas sin
descubrir, residen en los bosques tropicales, los que sabemos han disminuido
aproximadamente en un 50% en los últimos treinta años. El lector ya habrá
notado que por la vía de la extinción de bosques, el monóxido de carbono sigue
concentrándose en la atmósfera. Los desiertos, mientras tanto, aumentan
considerablemente, ganando aproximadamente 8 millones de hectáreas por año.
Unido a ello, sabemos que anualmente se pierden 11 millones de hectáreas de
bosques. En Uruguay, por su lado, también hay evidencia de pérdida de
biodiversidad fruto de la acción humana, y de su mano, se constatan posibles
consecuencias en nuestra economía basada en el sector agropecuario, y con gran
peso en el turismo, áreas especialmente críticas en la materia.
En cuánto al agua,
elemento indispensable para la vida humana, se constata que su suministro al
medio urbano es cada vez más complicado. Por otra parte, casi el 25% de la
agricultura de riego ha sido afectada por la salinización, contaminación o
sobreexplotación de los acuíferos. A la par de ello, es notorio que están en
aumento el número de lagos y ríos considerados biológicamente muertos.
Los métodos
actuales utilizados para deshacerse de los residuos tóxicos, suponen riesgos
muy importantes. Incluso, en el caso de los desechos nucleares, esa
peligrosidad durará siglos. No en vano, los países ricos envían muchos de estos
residuos a los países pobres, lo que se entiende como un acto más, entre tantos
que ocurren dentro de una lógica puramente mercantil.
Podríamos seguir
citando indicadores de deterioro ambiental, pero con los expuestos creo que
tenemos suficientes. Los mismos han sido revelados desde hace algunos años por
numerosos grupos ecologistas, además de la labor de la comunidad científica que
cooperó para entender con mayor exactitud lo que estaba ocurriendo con el
planeta. El Estado no tardó en intervenir, y por medio de políticas más o menos
convencionales en la materia (incentivar el uso de tecnologías no
contaminantes, o aumentar los impuestos a quiénes sí las utilizan, etc.), entró
a la escena para paliar algunos problemas.
Sin embargo, la
labor de los grupos ecologistas, de los Estados, de las reuniones
internacionales, e incluso de la comunidad científica, creemos poco pueden
hacer, ya que partimos de la base que el problema es grave, y las soluciones
debieran ser muy radicales. Por eso, la labor de estos actores no alcanza: la
propia particularidad de los problemas ecológicos trasciende los ámbitos de la
acción nacional. ¿Esto significa que tengamos una opinión pesimista sobre el
futuro de nuestro planeta?. Intentaremos construir la mejor respuesta posible
con una teoría que relaciona la ecología con la forma de hacer economía de
nuestra especie, fundamentalmente luego de la Revolución Industrial.
Por Pablo Guerra
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