La mayor parte de los
estados libres han tenido o tienen aún una religión que reconocen formalmente
como la única suya. Además, estos estados proporcionan una amplia ayuda
financiera que sustenta directa o indirectamente las instituciones de la religión
oficial del Estado, principalmente para el clero y los lugares de adoración
(Francia y EEUU son excepciones a este respecto, pues no tienen ninguna
religión establecida desde hace ya mucho tiempo). Casi todas estas naciones
hacen hoy frente a la inmigración masiva y al aumento del número de minorías
que practican distintas religiones, especialmente el Islam.
¿Qué podemos hacer
partiendo de esta situación? Una opción es mantener la religión oficial. Aunque
a menudo las religiones oficiales han realizado relativamente pocas demandas de
fidelidad a la gente (miembros de las minorías o de la mayoría) los partidarios
de la asimilación mantienen expectativas de que las minorías se deshagan de sus
creencias, minorías que generalmente poseen unos sentimientos fuertemente
religiosos. Bajo esta aproximación, se espera que los niños pertenecientes a
esas minorías asistan a escuelas públicas en las que se enseñan los valores de
la religión oficial; se requiere la participación de las minorías en actos
públicos en los que los rezos pertenecen a otra religión; y la vida pública
está marcada con símbolos de la religión mayoritaria y sus leyes la reflejan.
Este es un obstáculo máximo para la diversidad.
Una segunda opción es
elevar al nivel de la oficial a todas las religiones. Esto exigiría el completo
sustento del clero y los lugares de culto (y servicios sociales) de todas las
religiones, y también la apertura de los actos oficiales a distintos rezos,
exhibiendo en los edificios públicos y escuelas religiosas la simbología de
todas las religiones, y así para todos los demás aspectos. Tales cambios serían
percibidos como un ataque directo a la identidad histórica y cultural de una
nación, y esto conduciría a un alto nivel de contención. Esto minaría la unidad
considerablemente.
Una tercera opción es que
la situación oficial de la religión imperante tienda a desaparecer de manera
gradual (como ocurrió en Suecia). Bajo este modelo, ninguna religión nueva se
reconocerá como oficial para el estado, pero será proporcionada la ayuda
financiera para el clero y lugares de culto para todas las religiones. La
cuantía será determinada por el número de personas que anualmente declare que
esa es su religión (ello hace que no sea el estado quien determine quien va a
ser apoyado económicamente o no). Este es un tema de especial importancia para
aquellos países que confían fuertemente en las asociaciones de voluntarios y en
los grupos sociales para administrar los servicios sociales pagados por la
sociedad, como es común en gran parte de Europa. Si los grupos religiosos no
son incluidos, esto da lugar a una discriminación contra aquellos cuya
principal afiliación social es religiosa. A la vez, ninguna ayuda debe ser
accesible a grupos, religiosos o seculares, que promuevan valores seculares que
atenten contra los derechos fundamentales.
Este tercer modelo es más
compatible con la perspectiva DEU debido a que cambiando el reconocimiento
formal de una religión como la única oficial situamos a todas las religiones a
un nivel más similar (al menos en términos legales y financieros) sin
enfrentarnos de manera directa con la historia o la identidad. Aunque tal
cambio es importante hay que pensar que no se remplazará un modo de hacer por
unos nuevos requerimientos o requisitos venidos de otras tradiciones. Esto
permite a la mayoría mantener un sentido de la centralidad de sus valores (que
no siempre es totalmente satisfactorio para las minorías). Pero al mismo
tiempo, permite a las minorías reconocer que se les ha acomodado de un modo más
importante (lo cual deja a algunos entre la mayoría menos que totalmente
satisfechos). Este modelo permite la diversidad sin minar la unidad de manera
explícita. Este modelo encuentra un precedente en el viejo requerimiento de que
las tiendas tengan que cerrar en domingo, para facilitar el precepto, pero
ahora pueden cerrar el día de la semana que se adapte a cualquier religión. Las
sensibilidades de la mayoría también deben ser respetadas.
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