viernes, 27 de enero de 2012

Manifiesto por la Diversidad en la Unidad (Parte III: Aspectos a Considerar y Debatir, Estado y religión)


La mayor parte de los estados libres han tenido o tienen aún una religión que reconocen formalmente como la única suya. Además, estos estados proporcionan una amplia ayuda financiera que sustenta directa o indirectamente las instituciones de la religión oficial del Estado, principalmente para el clero y los lugares de adoración (Francia y EEUU son excepciones a este respecto, pues no tienen ninguna religión establecida desde hace ya mucho tiempo). Casi todas estas naciones hacen hoy frente a la inmigración masiva y al aumento del número de minorías que practican distintas religiones, especialmente el Islam.


¿Qué podemos hacer partiendo de esta situación? Una opción es mantener la religión oficial. Aunque a menudo las religiones oficiales han realizado relativamente pocas demandas de fidelidad a la gente (miembros de las minorías o de la mayoría) los partidarios de la asimilación mantienen expectativas de que las minorías se deshagan de sus creencias, minorías que generalmente poseen unos sentimientos fuertemente religiosos. Bajo esta aproximación, se espera que los niños pertenecientes a esas minorías asistan a escuelas públicas en las que se enseñan los valores de la religión oficial; se requiere la participación de las minorías en actos públicos en los que los rezos pertenecen a otra religión; y la vida pública está marcada con símbolos de la religión mayoritaria y sus leyes la reflejan. Este es un obstáculo máximo para la diversidad.

Una segunda opción es elevar al nivel de la oficial a todas las religiones. Esto exigiría el completo sustento del clero y los lugares de culto (y servicios sociales) de todas las religiones, y también la apertura de los actos oficiales a distintos rezos, exhibiendo en los edificios públicos y escuelas religiosas la simbología de todas las religiones, y así para todos los demás aspectos. Tales cambios serían percibidos como un ataque directo a la identidad histórica y cultural de una nación, y esto conduciría a un alto nivel de contención. Esto minaría la unidad considerablemente.

Una tercera opción es que la situación oficial de la religión imperante tienda a desaparecer de manera gradual (como ocurrió en Suecia). Bajo este modelo, ninguna religión nueva se reconocerá como oficial para el estado, pero será proporcionada la ayuda financiera para el clero y lugares de culto para todas las religiones. La cuantía será determinada por el número de personas que anualmente declare que esa es su religión (ello hace que no sea el estado quien determine quien va a ser apoyado económicamente o no). Este es un tema de especial importancia para aquellos países que confían fuertemente en las asociaciones de voluntarios y en los grupos sociales para administrar los servicios sociales pagados por la sociedad, como es común en gran parte de Europa. Si los grupos religiosos no son incluidos, esto da lugar a una discriminación contra aquellos cuya principal afiliación social es religiosa. A la vez, ninguna ayuda debe ser accesible a grupos, religiosos o seculares, que promuevan valores seculares que atenten contra los derechos fundamentales.

Este tercer modelo es más compatible con la perspectiva DEU debido a que cambiando el reconocimiento formal de una religión como la única oficial situamos a todas las religiones a un nivel más similar (al menos en términos legales y financieros) sin enfrentarnos de manera directa con la historia o la identidad. Aunque tal cambio es importante hay que pensar que no se remplazará un modo de hacer por unos nuevos requerimientos o requisitos venidos de otras tradiciones. Esto permite a la mayoría mantener un sentido de la centralidad de sus valores (que no siempre es totalmente satisfactorio para las minorías). Pero al mismo tiempo, permite a las minorías reconocer que se les ha acomodado de un modo más importante (lo cual deja a algunos entre la mayoría menos que totalmente satisfechos). Este modelo permite la diversidad sin minar la unidad de manera explícita. Este modelo encuentra un precedente en el viejo requerimiento de que las tiendas tengan que cerrar en domingo, para facilitar el precepto, pero ahora pueden cerrar el día de la semana que se adapte a cualquier religión. Las sensibilidades de la mayoría también deben ser respetadas.

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