Jacques Cousteau se preguntaba: ¿Cuántos leen
escrituras que alaban la creación de su Dios pero consienten que se dañe?. Los
periódicos nos informan diariamente de políticos, presidentes y ayatollahs que
de manera regular proclaman que dirigen sus naciones de acuerdo con la palabra
de su Dios. Pero ¿cuántos de ellos honran el divino mandamiento de salvaguardas
la naturaleza? ¿Cuántos, al contrario, se comportan como Pedro de la pasión,
proclamando a grandes voces que creen en Dios pero le niegan cuando surge la
oportunidad de proteger el medio ambiente tal como mandan las sagradas
escrituras?
Charles Darwin desde un primer momento, fue un
racista empedernido y por ello inventó la selección natural, el fuerte se come
al débil, una táctica empleada a fondo por los nazis. Cousteau escribe que por
desgracia para los Yaganes, Charles Darwin los describió en los años 1830 en
los cuadernos de notas de su histórico viaje a bordo del HMS Beagle. Desde
entonces los indígenas de la Tierra del Fuego perdieron su anonimato, y con él
la calidad de vida. Darwin regresó a su tierra con amenos relatos sobre unos
grotescos animales humanos. “Nunca había visto criaturas más miserables”, anotó
“atrofiados en su crecimiento, con sus horrendas caras grotescamente
ornamentadas con pintura blanca y casi desnudos...con la piel roja sucia y
grasienta, el cabello enmarañado, las voces discordantes. Viendo a tales
hombres, resulta difícil creer que sean nuestros parientes y vivan en nuestro
mismo mundo” Darwin comparó a los Yáganse con los monos y se equivocaba como lo
hizo con la selección natural, ya que la teoría de la evolución no es idea de
Darwin, sino de Lamark.
De esta forma, años después, los emisarios del
mundo culto dispararon a los nativos como si fuesen aves de caza. Infectaron la
tribu con sus insidiosas importaciones: la sífilis y el alcoholismo. De los
miles de Yáganse que habían recibido a los primeros exploradores con los brazos
abiertos, solo sobrevivían veinticuatro. Los exploradores del siglo XX, que
habían planeado civilizar a los salvajes, los habían eliminado salvajemente. Y
eso se lo debemos a Darwin.
Dicen los monjes budistas
que la bajeza del carácter humano viene acompañada de daños al medio ambiente
y, en consecuencia, de un descenso de la esperanza de vida. Y al contrario, los
budistas afirman que un ambiente protegido produce una sociedad sana e incluso
moralmente. Tiene que haber una manera de mejorar la calidad de vida sin
necesidad de degradar la vida al mismo tiempo. Estamos malditos, pero no por el
destino, sino por nosotros mismos. Nos hemos dejado resignar a la falta de agua
limpia, a la falta de recursos, de paisajes incorruptos, no afectados por
explotaciones mineras o silvícola.
Por Pedro Pozas Terrados.
Por Pedro Pozas Terrados.
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