A diferencia de
los animales, que se comportan "naturalmente" y
"directamente" en relación con su entorno, los seres humanos nos
caracterizamos por comportarnos de manera distinta, esto es, relacionándonos
con la naturaleza mediante nuestros actos económicos. La economía, podemos
entenderla entonces, como un singular proceso de intercambio entre el hombre y
la naturaleza, donde ambas partes resultan modificadas. Es con relación a esta
vinculación, que la ecología se convierte en un problema económico; y este dato
podría resultar alentador, ya que si ponemos nuestras miras en el eje de la
economía, y no en el de la naturaleza, entonces, podremos concluir que un
cambio de actitudes económicas en los seres humanos podría contribuir a una
mejora clara del entorno donde vivimos. La otra posibilidad sería actuar
directamente sobre la naturaleza, lo que tiene un riesgo mucho mayor, por el
dato insoslayable de que el hombre puede controlar sus actos, pero no la fuerza
y los comportamientos todavía no plenamente comprendidos de ella.
Ahora bien, ésta
vinculación del hombre con la naturaleza, mediada por la economía, puede
resultar positiva o negativa: esos vínculos pueden generar procesos
significativamente positivos para el hombre y su hábitat (como supuso siempre
la modernidad), o por el contrario, puede dar lugar, como vimos, a numerosos
problemas y dramas.
Dicho
de otra manera, existiría un modo ecológico y otro anti-ecológico de hacer
economía. Entendiendo a la economía como el conjunto de los actos de
producción, distribución, consumo y acumulación, intentaremos señalar los
aspectos antiecológicos de todas estas etapas, para ver luego cómo es posible
exponer modos alternativos.
En el plano de la producción, nuestra tesis es que las
unidades económicas basadas en el factor capital son mayormente contaminantes.
El gran tamaño de muchas de estas empresas conducen a un uso altamente
ineficiente de algunos recursos, lo que da lugar a la producción de desechos,
que sobre todo cuándo no tienen valor crematístico, no se consideran en la racionalidad
de los productores. En base a tal Categoría, las grandes empresas suelen
utilizar enormes masas de energía altamente concentradas en espacios reducidos.
Por fin, un modo antiecológico de producir está íntimamente relacionado con lo
que se produce. La perspectiva egoísta e individualista en que se basan los
presupuestos neoclásicos, potencia la producción de todo aquello que tenga
demanda, contamine o no contamine, destruya o no las posibilidades de
desenvolvimiento de las generaciones venideras. Un ejemplo claro en el sector
primario, para nuestro continente es el de los monocultivos, denunciado en
múltiples oportunidades por diversos movimientos indigenistas.
En el plano de la distribución una de las causas de los
problemas ecológicos reside en la desigual distribución de los ingresos,
palpable ya sea en el ámbito de clases en el plano nacional, o en relación
entre países ricos y pobres, en el plano internacional. Somos de la idea que
tanto la extrema riqueza como la extrema pobreza son contaminantes. Con esto,
nos distanciamos de la tesis comúnmente manejada, según la cuál, la pobreza es
causa de los problemas ecológicos . Los ricos contaminan por el uso excesivo de
energías, además de los desechos que generan, la mayoría de los cuáles de nula
reutilización (los residuos inorgánicos son sostenidamente mayores a los
orgánicos en estos países). La pobreza extrema, por su lado, contamina
utilizando los recursos energéticos de bajo rendimiento, a la vez que de alto
impacto ecológico, a lo que se suma no contar con los medios para cuidar su
entorno. Esto no supone que los pobres, sin más, sean contaminantes. Vayan en
tal sentido, como prueba, la innumerable cantidad de movimientos
populares-ecológicos que han surgido desde los cuatro puntos cardinales; o la
cultura de respeto hacia la "Pachamama" (Madre Tierra; pero también
hacia el Padre Sol, o la Abuela Luna), de las culturas andinas en nuestro
continente; pasando por el respeto hacia la tierra que muestran los asentados
del Movimento Sem Terra en Brasil; etc.
Utilizando nuestro
herramental teórico, desde la Economía Solidaria concluiremos que el principal
factor anti-ecológico, desde la distribución, está dado por la hegemonía de las
relaciones de intercambio en los mercados determinados, sustituyendo las
relaciones económicas más integradoras y solidarias, que fueron además, propias
de los pueblos nativos de nuestro continente.
Desde el proceso
de consumo, la explicación es
evidente: la sociedad consumista en la que estamos insertos genera
comportamientos de consumo que, basados en las instituciones y el uso desmedido
de la publicidad y las tarjetas de crédito, impactan y determinan la producción
sobreabundante de bienes y servicios que -aunque cada día más sofisticados- pasan
a ser prontamente obsoletos.
Desde el proceso
de acumulación, que en realidad
forma parte del proceso de consumo, el comportamiento hegemónico en nuestros
mercados determinados es acumular en bienes materiales, propiciando una cultura
del "tener", con sus efectos perversos sobre el medio.
Así como existen
modos y formas "antiecológicas" de hacer economía, sabemos de
prácticas "ecológicas" de producción, distribución, consumo y
acumulación.
En materia de producción, las unidades económicas
basadas en el Trabajo, son más ecológicas que las basadas en el capital.
Indudablemente existen excepciones. Si construyéramos un tipo ideal de los
sectores de la economía, veríamos cómo el Sector Solidario razona sobre las
consecuencias comunitarias de lo producido. Esto, lleva a que dudosamente
encontremos unidades económicas solidarias produciendo, por ejemplo, armamentos
o alimentos en base a productos tóxicos.
Como señalan Max
Neef y Razeto, entre otros, la producción a escala humana genera un proceso de
desconcentración de la producción que redunda en beneficios palpables. Veamos
como observa este último autor la producción ecológica en pequeña escala:
"las actividades productivas no se concentran en reducidos espacios de
alta densidad energética pues se diseminan en las casa, barrios y comunidades.
Como estos lugares constituyen el medio ambiente inmediato de quienes organizan
y ejecutan la producción, los efectos medioambientales de ésta recaen directa e
inmediatamente sobre quienes lo causan, llevándolos a preocuparse y
responsabilizarse de ellos, porque los sienten, perciben y sufren en carne
propia. La producción desconcentrada y efectuada en pequeña escala, implica
asimismo un uso diferente de los recursos naturales y de las fuentes energéticas.
Por un lado, los elementos materiales no son utilizados indiscriminada y
masivamente, sino aprovechados atendiendo a sus características y cualidades
particulares. Por otro, el proceso elaborativo se verifica mediante procesos
transformadores de menor intensidad mecánica y química, y se hace posible el
aprovechamiento de fuentes energéticas alternativas y renovables. Además, las
emanaciones y desechos de la producción son menores en cada lugar y pueden ser
controlados y canalizados de mejor manera, o son directamente reciclados. La
actividad productiva se adapta mejor al medio ambiente local y aprovecha los
microclimas sin alterarlos".
En materia distributiva, parecería claro que el
privilegio de las relaciones más integradoras por sobre la lógica pura de
intercambios, reduciría las brechas entre ricos y pobres, y de esta manera se
paliaría una de las principales causas de deterioro ambiental. Tales relaciones
integradoras, superan el modelo del "homo oeconomicus", de manera que
las decisiones son tomadas no sólo atendiendo a la propia utilidad, sino a
otros valores que también están en juego en todas las sociedades humanas.
En cuánto al
proceso de consumo, creemos que
una forma más ecológica pasaría por cambiar el "consumismo" por lo
que se ha dado en llamar "consumo crítico". Tal consumo crítico, se
basa en dos principios: disminuir el consumo de cierto tipo de bienes y cambiar
el modo de consumo.
Estos principios
se basan, a su vez, en una concepción más integral de las necesidades humanas
que las explicitadas por las corrientes psicologistas norteamericanas. Por esta
vía, entenderemos que consumir más no es idéntico a aumentar la calidad de
vida. Los excesos en las grandes comilonas, y sus efectos sobre nuestros sistemas
digestivos es un ejemplo a pequeña escala de lo que queremos señalar. En este
sentido, el "nuevo consumo" o "consumo crítico", lejos de
bajar la calidad de vida de los sujetos, propende a un consumo más humano,
saludable, ecológico, y por cierto, solidario.
Emparentado a esta
línea, en el plano de la acumulación, existe también una "acumulación
crítica" y una "nueva acumulación". La primera tiene que ver con
una serie de actos de acumulación alternativos privilegiados en varios países
del mundo. La segunda se relaciona con un tema más profundo: la acumulación
hegemónica en el sector de intercambios, basada en lo que definíamos como una
"cultura del tener", obedece a un individualismo exagerado que
acrecienta nuestra inseguridad al ponernos unos frente a otros como competidores.Ello
nos conduce a la necesidad de acumular cada vez más poder y riquezas. La
existencia de una más alta solidaridad en nuestras sociedades, por su lado,
conduciría a una reducción patente de las inseguridades e incertidumbres frente
al futuro, lo que naturalmente llevará a un cambio de actitudes frente a la
acumulación.
Concluyendo
Los problemas
ecológicos derivan, en definitiva, de la forma de hacer economía. Esta a su
vez, no debería interpretarse sin desconocer el papel que las normas y valores
sociales tienen en el comportamiento económico. Tal afirmación, se corresponde
con la necesidad de considerar estos asuntos desde un punto de vista
socioeconómico, al cuál agregamos la perspectiva de la Economía de la
Solidaridad.
Con su inclusión,
pudimos analizar las diferentes etapas de la economía (producción,
distribución, consumo y acumulación), y munidos de un herramental teórico que
nos permitiera distinguir al menos tres lógicas de operar, analizamos los modos
ecológicos y antiecológicos de hacer economía.
Concluimos en tal
sentido, que la incorporación de comportamientos, actitudes, valores y arsenal
solidario en las diferentes etapas de la economía, abren una nueva perspectiva
de estudio sobre los problemas ecológicos; a la vez que muestran un camino por
donde se podría transitar para el logro de una socioeconomía solidaria y
ecológicamente sustentable.
Diversas
experiencias contemporáneas avalan, finalmente, que es posible, además de
deseable, que hagamos economía de forma alternativa y solidaria. Las futuras
generaciones seguramente sabrán reconocer nuestros esfuerzos.
Por Pablo Guerra
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