viernes, 27 de enero de 2012

Manifiesto por la Diversidad en la Unidad (Parte V: Aspectos a Considerar y Debatir, Cualificación para la ciudadanía y la nacionalidad)


La discusión sobre el acceso de los inmigrantes a la ciudadanía ha sido caracterizada a menudo por los oscilaciones entre las ofertas radicales para la asimilación o para la diversidad ilimitada: o abrimos nuestras fronteras a cualquier persona, o no; o la responsabilidad de la integración se ciñe solamente con los recién llegados, o con los contribuyentes; o todos los recién llegados deben percibir ayuda pública y ser ayudados a mantener sus culturas, idiomas, e identidades, o no; o todos los inmigrantes ilegales deben ser deportados inmediatamente, o no debe haber distinción entre los inmigrantes legales e ilegales.


DEU acentúa que se sirve a las sociedades lo mejor posible si los inmigrantes legales que han resuelto los requisitos educativos, se pueden convertir en ciudadanos de pleno derecho más que seguir como huéspedes, que es a menudo un término que encubre al ciudadano de segunda clase. La llave para un consenso democrático defendible y económicamente viable sobre la inmigración está en tomar decisiones claras con antelación sobre la proyección y naturaleza de inmigración que prefiere la nación. Después el gobierno puede proporcionar la residencia permanente para ésos admitidos y facilitar su acceso a la ciudadanía de pleno derecho que representa la nacionalidad. Este acercamiento ofrece una manera más sensible de proveer de personal al mercado de trabajo, unir a familias, y permitir que los ciudadanos determinen la forma en que la inmigración moldea la economía nacional y la cultura.

Las preferencias culturales -por ejemplo, que España prefiera a inmigrantes de habla española- son aceptables porque ayudan a sostener la unidad, siempre y cuando no impidan la inmigración para los propósitos de la reunificación familiar o del derecho de asilo y se basen en la cultura más que en la raza o la sangre. La ayuda pública para la inmigración también requiere que las políticas puedan implementarse con autoridad. Así, un mejor control de las fronteras, sanciones a empresas que violen leyes migratorias, quizás incluso un documento de identidad nacional para todos los residentes legales, son medidas que pueden crear un sistema eficaz aceptado por la opinión pública (estas medidas no se aplicarían a los que piden asilo político) Habrá que hacer esfuerzos para el establecimiento de criterios justos y transparentes sobre la inmigración ilegal de acuerdo con los valores democráticos. Una sociedad no debe entender su ciudadanía solamente como un paquete de derechos sino como un vehículo para la participación y la responsabilidad cívicas.

Los estados democráticos deben tener reglas claras y justas para la admisión y la acogida de los inmigrantes legales, incluyendo tasas razonables para el proceso de legalización. Los requisitos lingüísticos y educativos pueden ser más altos que los actuales, y así asegurarse que se ha adquirido familiaridad no solamente con los funcionamientos del gobierno democrático sino también con los elementos de unión de la sociedad receptora. Los inmigrantes que todavía no han terminado sus procesos de adquisición de nacionalidad podrían sin embargo ser investidos de derechos como votar en las elecciones locales y de servir en la función pública, entre otras cosas porque se les ayuda a adquirir práctica cívica y a crear una función pública que se adecua mejor para ocuparse de las minorías.

La doble nacionalidad podría ser permitida o aún ser animada siempre y cuando los principios y las prácticas apropiadas para reconciliar conflictos entre lealtades se puedan establecer de acuerdo al principio que la nación de la residencia permanente toma prioridad.

En resumen, la nacionalidad es una manera fundamental por la que una persona se hace miembro responsable y aceptado de una comunidad. Por lo tanto no debe ser concedida sin la preparación apropiada ni ser negada a los que han culminado las medidas requeridas de inculturación.

Asumimos que la ciudadanía y la nacionalidad no están basadas en la raza sino en ser parte de una comunidad histórica, con su propia cultura e identidad. Incorporarse a esta comunidad es venir a compartir una historia, cultura, e identidad según lo caracterizado por la diferencia entre los elementos de la unidad y de la diversidad discutidas previamente. La historia no se para y continúa siendo modificada, en parte bajo influencia de los nuevos miembros.

La ciudadanía no debe ser un bien de consumo gratuito sino una empresa comunal y libre, un estado y una identidad con derechos y responsabilidades sociales. Esto es así tanto para los que quieren llegar a ser ciudadanos de un país como para los que ya lo son.

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