El modelo asimilacionista
pretende que todos adquieran la lengua que prevalece (a veces, como en Bélgica,
por lo menos una de ellas), que debe ser considerada la lengua oficial, y que
el uso de otras idiomas se debe prohibir en asuntos públicos, papeletas de
voto, y señales públicas. La diversidad ilimitada propone el reconocimiento de
cualquier lengua como oficial, a las que se da un valor paritario a cualquier
otra en juicios, documentos, etc., en varios idiomas, a veces un número grande.
El planteamiento DEU
reconoce las grandes ventajas de tener una lengua compartida (dos en caso de
necesidad) y de enseñarla a todos los inmigrantes, miembros de minorías, y
gente que necesite educación por otras razones. Sin embargo, el estado debe
proporcionar los traductores y los documentos traducidos para aquellos que
todavía no han adquirido la lengua compartida, incluso si esto da lugar a bajar
la motivación para que los inmigrantes aprendan la lengua que prevalece.
Los asentamientos urbanos
deben tener libertad para agregar señales en cualquier lengua, pero no
sustituir las señales o anuncios públicos existentes. El estado puede también
animar a mantener los idiomas de inmigrantes como segundas lenguas y
promoverlas en la enseñanza de idiomas en general.
De los elementos de unión, símbolos, historia nacional, días de fiesta,
y rituales
En la vida pública, con
frecuencia se presentan conflictos en asuntos que son de relativamente poca
importancia en sí, pero que adquieren gran significado para la conciencia de
pertenencia de la gente. Hablamos de códigos de vestir (por ejemplo en relación
con a las muchachas que usan velo), los muchachos y las muchachas que nadan
juntos, la exhibición de banderas étnicas, la delimitación de áreas en las
cuales se pueden celebrar fiestas, ruidos tolerados, etcétera. En efecto,
prácticamente cualquier asunto se puede convertir en simbólico y conflictivo,
aunque algunos asuntos (tales como el uso de banderas reivindicativas o no
oficiales) tienden más fácilmente a convertirse en tales en algunos países.
Es importante reconocer que
el estudiar estos asuntos uno por uno, o de modo superficial, no nos conducirá
a la resolución consensuada que todos buscamos debido al calado de los
problemas que representan. Los símbolos sirven como perchas en las que la gente
cuelga su resentimiento contra otras culturas y contra los inconvenientes
derivados del esfuerzo por adaptarse a un mundo diverso y nuevo. Estos símbolos
representan el sentir de que las identidades de la gente, su cultura, unidad
nacional, y sus deseos de autodeterminación estan siendo desafiados. Solamente en la medida en que estos asuntos
más profundos sean estudiados, pueden los conflictos de símbolos ser resueltos
satisfactoriamente.
Atacar los sentimientos
profundos de la gente, negando que los inmigrantes o las minorías son
diferentes, y en especial el etiquetado de estos sentimientos como racismo o
xenofobia y exigir que la gente los rechace y se reeduque es injusto e
ineficaz.
La
perspectiva DEU propone que entendemos porqué la gente siente como siente, pero
también pretende hacer entender a los que se sienten invadidos por los
inmigrantes que los cambios culturales que deben introducir para integrarlos no
violarán sus valores básicos, no destruirán su identidad, ni dejarán su
capacidad de controlar sus vidas. De hecho, DEU asume este reto no como una
postura de relaciones públicas o una fórmula política de éxito, sino como un
modelo elaborado de leyes, y de conceptos normativos que dé sustancia a estas
promesas.
Una vez que se establezca
esta posición básica, observamos que el viejo patriotismo, que exige abrazar
sin cuestionamientos el pasado de una nación, es tan inadecuado como intentar
desmontar la identidad nacional para acomodar la diversidad. Así, esperar que
los inmigrantes de países previamente colonizados vean gran gloria en el pasado
imperial no es compatible con el modelo de DEU pues se está invitando una
nación que envía emigrantes a la antigua metrópoli a descartar sus valores,
símbolos, y significados compartidos y para pasar a ser una sucursal sin alma. Las actitudes de "repensar lo que
significa ser británico" (o francés, etc.) son bienvenidas si significan
redefinir concordancias y señalar las diferencias legítimas, pero no si son
palabras en clave que esconden el deseo de abandonar significados sustantivos
compartidos y valores asumidos que harían un flaco favor a la unidad. No
es realista pretender que en una futura federación europea, las identidades y
las culturas nacionales se disuelvan y que la aspiración de la unidad de cada
país deje de ser socialmente sentida.
El modelo asimilacionista
favorece subrayar los logros gloriosos de la nación en los libros de texto
(especialmente los de historia), los días de fiesta nacionales, y los ritos
cívicos. Por otro lado, algunos campeones del multiculturalismo ilimitado
quieren reescribir las historias patrias enfatizando las lecciones de deshonra
nacional (por ejemplo, un erudito sugirió que la historia americana esté
enseñada como una serie de abusos de minorías, comenzando con los americanos
nativos, enfocando después a los esclavos, y finalmente a los americanos
japoneses durante la segunda guerra mundial). Otros favorecen días de fiesta
étnicos y religiosos separados, tales como Navidad para unos, y Ramadán para
otros, para sustituir más bien que para suplir días de fiesta nacionales
compartidos. La posición de DEU en estos asuntos no ha sido completamente
elucidada.
La posición de DEU al
respecto de la enseñanza de la historia, es que los materiales didácticos que
contengan declaraciones que sean de verdad ofensivos a las minorías, deben ser
quitados o corregidos, y que el reconocimiento de las contribuciones de las
minorías a la sociedad debe ser agregado. Además, la historia de otras las
partes del mundo, debe ocupar una parte importante en cualquier plan de
estudios. No obstante, la enseñanza de la historia es una manera importante de
compartir significados y de transmitir valores y no debe de ser particularizada
ni convertirse en una fuente de ataque contra la unidad.
Los días de fiesta pueden
decidirse también de acuerdo con este criterio de una combinación de días de
fiesta compartidos (tales como día de la unificación en Alemania) con fiestas
étnicas y religiosas separadas. En efecto, la existencia de algunos días de
fiesta étnicos (tales como el Cinco de Mayo en los EE. UU.) enriquece más bien
que disminuye la cultura compartida.
Nos centramos aquí en
valores compartidos y divergentes en una sociedad que sea una comunidad de
comunidades más bien que una mezcla artificial. No pretendemos distraer la
atención de los intereses económicos y su articulación en asuntos que se ocupan
de la distribución de poder y que tienen su lugar también en el estudio de la
inmigración. Sin embargo, dado que estos temas se han estudiado a menudo,
nuestro énfasis ha estado en los valores (y en las instituciones relacionadas),
pieza clave de cualquier sociedad que quiera preservar su identidad y cambiar pacíficamente
al mismo tiempo.
El asunto más espinoso de
todos es considerar, más allá de los cambios en expresiones simbólicas y en
leyes y políticas, ¿qué abarcaríamos en
un elenco modificado pero unificado de valores sustantivos compartidos? Los
derechos fundamentales, la forma de vida democrática, el respecto por las leyes
orgánicas (o, más ampliamente, una fe constitucional o una religión cívica), y
la tolerancia mutua, todo ello se supone con facilidad. De igual modo se
suponen los conceptos comunitaristas de que los derechos exigen
responsabilidades, que el consenso es mejor que el conflicto, y que debe la
sociedad ser considerada una comunidad de comunidades (más bien que simplemente
un estado que contiene a millones de individuos). Sin embargo, a pesar de su
importancia, todos estos puntos de unidad constituyen a nuestro juicio una
escasa base de valores compartidos para sostener la unidad entre diversidad.
El
desafío para el modelo DEU es preguntar cómo el reino de la unidad, al menos expuesto
en forma modificada, puede fortalecerse sin ocupar el lugar legítimo de la
diversidad. La respuesta se puede encontrar en parte en los valores humanistas y
en el ética (incluyendo el respeto por la dignidad y la autonomía individuales)
y los valores comunitaristas de más calado que expliquen nuestras obligaciones
de unos con otros. Podemos intentar un compromiso de construir comunidades
todavía más amplias (tales como la Unión Europea), ayudar a la necesidad en los
países pobres, y mantener la Declaración Universal de Derechos Humanos de
Naciones Unidas. No obstante, dejamos abierta, si queremos saber con certeza
qué puede proporcionarnos una fuente de compromisos compartidos para definir y
promover lo correcto sobre lo incorrecto, la respuesta que podemos dar a las
cuestiones transcendentales de la vida por lo que se refiere a la vida pública,
si es que no respondemos basándonos en doctrinas religiosas, ni en creencias
relativistas o en creencias de otro talante.
El
planteamiento DEU es un trabajo en marcha. No pretende tener todas ni la
mayoría de las respuestas para tender un puente entre muchos inmigrantes y las
mayorías en las sociedades libres donde viven. Creemos que ofrece una
orientación básica que respeta tanto la historia, como la cultura, y la
identidad de una sociedad y los derechos de sus miembros de diferenciarse en
aquellos asuntos que no impliquen los valores básicos y los derechos y
obligaciones universales.
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