lunes, 30 de enero de 2012

Mensaje póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad (Parte VI: La Ciencia y Los Valores Humanos)


Vemos cómo la biología, el estudio de la vida, conduce a la guerra biológica, a los mecanismos de la muerte, la química, a medicinas que curan enfermedades pero también a la contaminación que la induce, la física, a nuevos conceptos sobre el universo que han hecho más libres a la mente humana, pero también a las armas nucleares que nos han condenado con el conocimiento de una amenaza constante. Los medios científicos para exaltar la especie humana han quedado ensombrecidos por los medios tecnológicos para eliminarla.


Hemos permitido, sigue diciendo Cousteau en el capítulo dedicado a la ciencia, que se estrechen los objetivos de la ciencia, que han pasado de ser una búsqueda del progreso global a ser una búsqueda del poder nacional y el provecho personal. Les hemos permitido que tomen sus decisiones en secreto, aplicando la ciencia en nuestra sociedad sin consideración por nuestra sociedad, sin responder ante nuestra sociedad. Nos hemos dejado intimidar por los expertos, resultándonos más fácil alegar ignorancia de las nuevas propuestas científicas que aprender sobre ellas o hacer sentir nuestra voz, nuestras opiniones, nuestras necesidades, nuestros deseos y exigencias. Nosotros, los que pagamos la investigación científica, los que pagamos las aplicaciones científicas, y las armas y los pesticidas y los venenos, nosotros hemos permitido que nos quiten la ciencia, que la usen contra nosotros. Ni los científicos ni los fabricantes de armas ni los especuladores, son los únicos culpables. Nosotros mismos hemos permitido que en la comunidad humana la ciencia quede disociada de la ética de la comunidad humana. Y somos nosotros, solo nosotros, quienes podemos y debemos ponerla de nuevo en su sitio.

Y sigue diciendo que los críticos más duros plantean a los científicos preguntas que parecen justificadas ¿en qué momento se convierte la falta de atención en negligencia? ¿No es la propia negligencia un crimen, y la negligencia que pone en peligro vidas humanas e incluso la vida misma, el crimen último? ¿No deberíamos exigir a los científicos  que estén atentos a los peligros inminentes? ¿No deberíamos despertar a los sonámbulos?

Cuando se han quemado libros, solo las páginas se convierten en cenizas, no las ideas. Lo mismo puede decirse del universo. Lo que una persona no descubra, otra lo hará: así lo prueba la historia con su larga lista de casos en los que un descubrimiento fue revelado de manera simultánea por varios científicos que trabajaban independientemente en países alejados. Nadie logrará nunca censurar el conocimiento porque  nadie puede negar la existencia. Eso si añado yo, pueden secuestrar, ocultar, comprar la patente....., pasar años o décadas sin que salga a la luz un descubrimiento que beneficie a la humanidad de forma gratuita, que contribuya al bienestar social, pero tarde o temprano la luz sale de nuevo, algunas veces por necesidad y otras por los nuevos científicos sin títulos, personas que estudian, aprenden, son autodidactas, descubren, prueban, comparan y sobre todo, divulgan para el conocimiento libre de la humanidad.

Jacques nos dice que el despilfarro de los recursos intelectuales de la ciencia ha quedado prácticamente institucionalizado en años recientes a causa de dos políticas concretas: la asignación inapropiada de fondos para la investigación y el secretismo científico. El secreto priva a la sociedad del conocimiento, pero también en algunos casos de su seguridad cotidiana. Amparándose en el pretexto de la seguridad nacional, los departamentos de defensa y las agencias de inteligencia han archivado desde siempre miles de artículos científicos de investigación aplicada en carpetas clasificadas. Ahí esta el caso de Nicolas Tesla y seguro que de otros muchos investigadores y genios de la historia.

Cousteau lo escribe bien claro. Quien monopoliza sus hallazgos por intereses económicos puede ser mezquino, pero quien oculta hallazgos que pueden afectar a la seguridad humana, a la salud o a la vida, es un criminal. En muchos países civilizados quien se niega a ayudar a una persona en peligro puede ser arrestado y procesado. ¿Son los ejecutivos que, en nombre de la competencia, ocultan información sobre un nuevo fármaco que podría salvar vidas tan diferentes de quien ve morir a una persona y, teniendo el poder de ayudarla, no hace nada?

Tenemos que dejar, nos advierte, que utilizar los poderes de la ciencia para amenazar a otras naciones y comenzar a utilizarlos para poner fin a nuestras divisiones globales. Debemos aprender que una nación enfrentada a otra es como una mano enfrentada al corazón, dos elementos de un mismo cuerpo vivo que intenta dañar a sus propias partes y destruir el todo. El enemigo de la humanidad nunca ha sido la ciencia, ni siquiera los descubrimientos científicos relacionados con el arsénico o el átomo. El único enemigo de la humanidad es el ser humano. La revolución científico-industrial no ha sido en absoluto una revolución. ¿Qué tipo de revolución fracasa en su intento de proporcionar a las personas hambrientas la comida que necesitan y en cambio proporciona a los ricos comida en exceso? Debemos admitir una terrible verdad: durante más de medio siglo hemos tenido a nuestra disposición la capacidad científica de poner fin al sufrimiento en el mundo. Durante más de medio siglo hemos podido utilizar la ciencia para eliminar las necesidades humanas.

Ante esta profunda lamentación de Jacques Cousteau, añado que si hemos podido y no lo hemos hecho, si podemos ahora y lo ignoramos, evitar la muerte de millones de personas por hambrunas, somos responsables y partícipes de esos crímenes contra la humanidad.

Por Pedro Pozas Terrados.

No hay comentarios: