lunes, 30 de enero de 2012

Aportaciones del comunitarismo al pensamiento político contemporáneo. Entrevista a Carlos Díaz


Este artículo recoge una breve entrevista realizada en Madrid en enero de 2003 por Rubén Ortega, joven profesor de Filosofía del Derecho, a Carlos Díaz, reconocido filósofo personalista. El origen de la entrevista fue la preparación de un libro de reciente publicación que lleva por título Comunitarismo. Cultura de solidaridad. La entrevista es inédita y tiene la virtud de abordar de forma sincera y directa cuestiones de gran actualidad como el papel del Estado, la importancia de la sociedad civil o la responsabilidad del ciudadano en nuestras democracias


Como es sabido, el comunitarismo es una de las corrientes actuales de pensamiento político más novedosas que ha venido enriqueciendo con sus críticas los planteamientos liberales que más aceptación han tenido en el ámbito académico desde los años setenta. La característica que define a los comunitaristas es un interés filosófico y vital por la mejora real de nuestras sociedades. Su reivindicación de las comunidades surge tras constatar cómo las fuerzas principales de la modernidad han venido erosionado los mismos fundamentos del orden social en busca de una expansión cada vez mayor de la libertad.

Generalmente el comunitarismo es considerado como un movimiento para la renovación moral de la sociedad nacido en el contexto occidental, tanto en Estados Unidos como en Europa. Gutmann lo considera una nueva versión de la crítica al liberalismo que en los años sesenta y setenta se inspiraba en Marx y ahora lo hace en Aristóteles y Hegel. Aunque, desde presupuestos metodológicos diferentes, ciertos aspectos de su pensamiento presentan parecidos de familia con las tesis comunitaristas más conocidas. ¿A su juicio, cuál es la novedad que aporta esta corriente?

Me debo confesar ignorante del comunitarismo. He leído algunas cosas. He leído a Rawls, he leído a Etzioni y, en fin, he leído esta línea. Pienso que es el fenómeno de lo ya visto. Yo esto lo he leído en Mounier, en Ricoeur, en Lacroix, en Nédoncelle, o en Zubiri y en los personalistas comunitarios y desde otras perspectivas filosóficas. Pero especialmente en Mounier. Pero, ¿cuál es la diferencia? La diferencia es que mis referentes personalistas son más exigentes en materia social. A esta gente, desde mi desconocimiento o desde mi conocimiento superficial de los comunitaristas los considero liberales de izquierdas en el fondo.
Es decir, no ponen en cuestión el capitalismo ni la propiedad privada de los medios de producción, etc. Sin embargo, mi tradición arraiga, desde la identidad cristiana, en posiciones militantes obreras del siglo XIX, anarquismo, comunismo, socialismo, etc.

Sin embargo, recién iniciado este tercer milenio, parece que apelar a estas grandes ideologías del siglo pasado resulte chocante y políticamente incorrecto en un mundo académico cuyo discurso suele depurarse de cualquier connotación ideológica. ¿En qué medida piensa que la proliferación de literatura sobre la justicia y los derechos humanos tiene una incidencia real en el progreso de nuestras sociedades?
Las grandes discusiones teóricas, sutilezas en torno a lo justo y todo lo demás, me parecen más o menos desproporcionadas respecto a la ineficacia social en que se traducen. Por tanto, considero que están bien para alimentar la academia; para hacer tesis doctorales y demás pero la gente que lo defiende, en general, no pasa de ahí. En consecuencia, a pesar de mis esfuerzos para introducirme en el comunitarismo, no me he sentido nunca cercano porque me parece que, en el fondo, es todo muy americano. Y cuando digo esto no es por demonizar o tomar posiciones a priori irracionales ni nada similar sino porque, simplemente, lo que viene de allí con mucho inglés es bastante pobre a la hora de elevar a los más desfavorecidos.

¿Considera entonces que es un discurso alejado de la realidad?
Puede ser muy complejo y técnicamente muy dialéctico y con cierta finura en la abstracción o en la conceptualización pero no va más allá. Esta es mi posición sincera y así creo que la he manifestado alguna vez. Pero estaba deseando, de verdad, que alguien tomase esta confrontación por los cuernos. Cuando he presentado mis posiciones a algunos comunitaristas españoles, no han respondido. Tampoco han dicho si llevo o no razón. A mi no me importa llevar razón. Me importa que esto se analice y que yo me entere. Y si estoy en un error: mi total gratitud. Abjuraría de mi error. Esa es mi posición siempre.

Algunos autores que frecuentemente aparecen citados como comunitaristas son Amitai Etzioni,  Michael Sandel, Michael Walzer y Charles Taylor. Aunque elementos comunitarios podemos encontrarlos en estudiosos a los que normalmente no se reconocen como tales. Cada autor se ocupa de distintas cuestiones y adopta perspectivas más o menos diversas por lo que no podemos hablar de un cuerpo doctrinal claramente definido. En definitiva, el término “comunitarista” es una etiqueta flexible y útil sólo en parte porque enmascara y simplifica un conjunto heterogéneo de posturas ¿A su juicio, qué le falta al comunitarismo para convertirse en una auténtica alternativa al pensamiento dominante liberal?
Un planteamiento de verdad comunitarista debería tener varios niveles de implicación. En primer lugar, todo pensador interesado en la transformación de la sociedad debe optar por los pobres. Es la posición de la filosofía hebrea que no de la griega. Yo me he reconvertido bastante a los hebreos. Es la posición del rostro de la viuda, del huérfano y del extranjero. Sólo desde abajo, con los pobres, se hace algo a favor de los pobres. Nosotros no queremos la pobreza por la pobreza. No queremos que nuestro comportamiento práctico se quede ahí. Sino que queremos elevarlo a conceptualización analítica y racional. Queremos dar respuesta a las grietas del sistema, que llaman liberalismo, desde un análisis epistemológico. Que nadie diga: estos optan por los pobres porque son tontos y no conocen la filosofía. O no conocen la politología. Por ello, somos muy exigentes. Siempre hemos dicho que la opción por los pobres exige una gran metafísica; estar en la brecha conceptual.

Precisamente, en el pensamiento filosófico español tenemos grandes pensadores como Ortega o Zubiri que han llevado a la práctica este compromiso.
Efectivamente, Xavier Zubiri, Ignacio Ellacuría, Jose Luis L. Aranguen, Pedro Laín son algunos de los mejores filósofos españoles que han contribuido con su filosofía y su práctica vital. Han dicho las mismas cosas y mejor que muchos comunitaristas. Algunos llegaron a abandonar el quehacer académico implicándose vitalmente con los pobres no como intelectuales en boga. He conocido personalmente a muchos de los intelectuales más admirados y leídos actualmente y te puedo decir que son mequetrefes como personas. Por eso, hacen falta maestros, llenos de defectos pero que queremos vivir lo que enseñamos. De ahí que yo haya hecho tanto hincapié en la dimensión magisterial.

Pese a sus reticencias, observo en sus palabras amplias coincidencias con el planteamiento comunitario. Comparten un análisis basado en la observación sociológica y empírica de nuestra sociedad contemporánea, un diagnóstico compartido que revela la disolución de nexos sociales, la disolución de las identidades colectivas y una denuncia del creciente egoísmo individualista. ¿Cómo definiría el personalismo?
El personalismo comunitario es un árbol cuya raíz es hebrea, cuyo tronco es cristiano, a través de la Edad media, cuya primera anudación metacristiana es Kant, con la persona como fin en sí mismo. Algunos autores como Kierkegaard, Pascal, etc. y finalmente: la fenomenología. Y a partir de ahí se abre en la historia de la filosofía las diversas posiciones personalistas. En general, hoy son judías y fundamentalmente cristianas. Desgraciadamente, no hay un personalismo agnóstico.

El pluralismo y la tolerancia son dos de los grandes valores que reivindicó la modernidad. Creo que cualquier teoría que pretenda servir a nuestras sociedades democráticas debe situarlos en un lugar privilegiado y sería rechazada con razón si no es capaz de explicarlos o si representa un peligro para ellos.
La democracia es el menos malo de los sistemas. Es decir, es malo. Pero no cabe todo. El que es tolerante con el mal es a la larga intolerante con el bien. Pluralismo sí, pero dentro de unos límites La democracia no es el reino de los fines de Kant. Entre la dictadura del proletariado y el pluralismo absoluto queda un espacio, creo yo. Tolerancia absoluta implicaría tolerancia de opiniones y de las acciones de los violentos. Hay que poner algún coto. La utopía final es que no haya necesidad d eso y las cárceles sean sustituidas por escuelas. Ves! Estos problemas, por ejemplo, me parecen puramente académicos. Que son para mero consumo académico.

Rawls define el pluralismo moral característico de nuestras sociedades contemporáneas como “pluralismo razonable”. Con este término describe el desacuerdo moral existente entre personas razonables. Desde posturas similares a la suya, se evita utilizar tesis sustantivas para defender el pluralismo y se lo define como tolerancia a estilos distintos que se respetan independientemente de su valor moral. ¿Considera que el personalismo se encuentra necesariamente ligado a una concepción religiosa de la vida o es posible un personalismo no comprometido con creencias religiosas?
Un personalismo agnóstico sería perfectamente posible. Sería muy interesante preguntarse porqué no lo hay y la brecha que supone que no lo haya. Esta ausencia se traduce en una merma enorme depauperadora de las constantes democráticas porque hay un terreno en el que no hay intersección. No hay, por tanto, una verdadera democracia. Por supuesto, sería posible una defensa laica o agnóstica del personalismo. Creyentes y no creyentes deberíamos estar de acuerdo en que la persona es un fin en sí misma. Aunque luego ya los creyentes no se conformen con eso y digan que, aunque es un fin en si misma, no es “el final.

Usted es uno de los filósofos españoles más productivos, con más de cien libros en la calle de pensamiento filosófico, historia de las religiones y filosofía política. En 1984 fundó el Instituto Emmanuel Mounier. ¿Cómo lleva  a la práctica ese compromiso vital que tanto hecha en falta en los pensadores contemporáneos?
Nosotros nos lo pagamos todo. No nos dan ni nos darían aunque lo pidiéramos. Ninguna subvención. Frente a las ONGs al uso, cualquier cosa que se hace con cargo a los presupuestos generales del Estado...es el papá Estado siempre. Me gustaría encontrar alguna ONG que cuestionara el Estado. El Estado tiene la coartada perfecta con las ONGs. Primero lanza la bomba y luego pone la mercromina. La mercromina son las ONGs.

Desde el comunitarismo moderado, Etzioni  insiste en que la aportación del Estado al espacio público puede entenderse como un fomento de opciones valiosas que se hacen efectivamente disponibles para los ciudadanos. El papel primario es desempeñado por las familias, y otras asociaciones o instituciones que trabajan estrechamente con los individuos. ¿A su juicio, cuál debería ser el papel del Estado?
El Estado, cuanto más mínimo, mejor. Y, desde luego, si totalmente ausente, aún mejor. Pero esto claro, hoy es imposible. Para que se llegue a eso tenemos que tener una sociedad civil con una contextura antropológica y utópica, en el mejor sentido, extraordinaria. Es decir, para que se dé una sociedad sin Estado, que es lo que quiere el anarquismo y es lo que defiendo yo, para eso hace falta una antropología y una ética de primera magnitud.

En La nueva regla de oro, Amitai Etzioni también apuesta por un cambio en el tipo de ciudadano. Propone avanzar en la transformación de nuestras relaciones de modo que poco a poco los ciudadanos asuman libremente deberes que no son de orden jurídico o legal sino que son responsabilidades de índole moral.
Efectivamente. Por eso, el personalismo comunitario no dice que lo solucione el Estado, como decía el marxismo a través de una dictadura del proletariado y luego veremos. Nosotros defendemos que el cambio sea a la vez moral, personal y social. De otro modo no será. Parece que si el Estado es tan malo, la sociedad civil es mejor. De que me sirve a mi mover la guillotina, como Robespierre, si no tengo recambio. Si no tengo una sociedad antropológicamente desarrollada, capaz de hacer nada. Si la televisión me ofrece el hombre-masa. El protagonista hoy es el hombre-masa. Antes era la burguesía, que al menos vestía bien, era creativa y se emborrachaba con elegancia. Ahora, los personajes son los hombres vulgares cutres. Ya lo decía Ortega en La Rebelión de las masas. Por ello, quitas, la Idra policéfala del Estado y ¿a quién pones? Porque claro, con eso de que el comunismo ha caído, por su propia malicia, precisamente, se ha crecido el capitalismo.

Sin embargo, en las circunstancias históricas actuales creo que el Estado tiene un papel insustituible y configura un ámbito de relaciones jurídicas que favorecen la convivencia y la garantía de derechos hasta límites insospechados en el pasado.
Todos los Estados no son iguales, por otra parte. Hay Estados mejores y peores. Hay formas y formas. Yo soy maximalista en el deseo e infimalista en el día a día. Si saco un poquito, me conformo. Yo trabajo para una sociedad futura. Esa voluntad anarquista constituiría el reino de Dios en la tierra y para eso me levanto temprano. Hay que luchar contra el Estado mastodóntico y global e ir sustituyéndolo desde abajo con, desgraciadamente, minorías. Desgraciadamente para mí porque mi ideal no es la élite. Cuando alguien pregunte qué es el personalismo comunitario, Le digan: venid y vereis. Y no: lee a…

Creo que la invitación a la acción también se encuentra muy presente en los escritos de Etzioni.  El sociólogo comunitarista considera que la reflexión teórica sobre los problemas de nuestras sociedades debe tener una plasmación en la realidad fomentando transformaciones reales en nuestros  modos de vida. Este mismo impulso lo encontramos en el pensamiento de Mounier. Sus escritos expresan un profundo  compromiso personal con la acción, la lucha contra el orden establecido y la revolución pacífica de las estructuras capitalistas dominantes. En definitiva, entiende la filosofía como “una ciencia combativa”.
Así es. El análisis reflexivo tiene que desembocar en una opción solidaria, pues para reconocer fáctica y no sólo verbalmente la dignidad de la persona hace falta una práctica mínima de comunidad, experiencia de comunionalidad, de compromiso sociopolítico a cualquiera de los niveles, desde las asociaciones vecinales y los movimientos de barrio hasta las organizaciones sociales intermedias, desde el trabajo cultural hasta el sindical, e incluso al parlamentario, buscando nuevas agrupaciones cuando las actuales no resultaran ya verdaderamente alternativas frente a la exclusión. Yo defiendo que hay que moverse en todos los terrenos. Yo, por ejemplo, soy funcionario público, estoy trabajando en el Estado, no para servirle a él, sino para servir a las personas de la sociedad civil. Soy también contertulio dela COPE. Donde me llaman, voy. Estoy siempre en Congresos internacionales. La gente asocia personalismo con Carlos Díaz. He creado una editorial, genero cultura nueva. No me auto margino. Lo que pasa es que lo hago desde abajo. Hay dos tipos de cultura; siempre las ha habido- La cultura olímpica y la cultura któnica. La olímpica es la de Savater u compañía. Son la gente conocida que está siempre en la tele; la gente que sale. Nada tengo contra ella. Ojalá yo pudiera estar ahí. Cuanto más estés, mejor para tu causa. Otra cosa es el riesgo de llegar arriba y quedarte allí. Pero yo estoy, sobre todo, con la cultura de los pobres. Me gustaría que nos vieras en la selva de Bolivia, con maestros rurales, porque yo aprendo mucho allí. No se trata sólo de dar desde arriba sino de aprender. A mi los pobres me evangelizan.

Ortega Cotarelo, R. “Aportaciones del comunitarismo al pensamiento político contemporáneo. Entrevista a Carlos Díaz”, Acontecimiento, Revista de pensamiento personalista y comunitario, 70 (2004) p. 108 y ss.

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