viernes, 27 de enero de 2012

Economía y Ecología: hacia una socioeconomía solidaria (Parte III: La relación entre la Socioeconomía y la Ecología)


A diferencia de los animales, que se comportan "naturalmente" y "directamente" en relación con su entorno, los seres humanos nos caracterizamos por comportarnos de manera distinta, esto es, relacionándonos con la naturaleza mediante nuestros actos económicos. La economía, podemos entenderla entonces, como un singular proceso de intercambio entre el hombre y la naturaleza, donde ambas partes resultan modificadas. Es con relación a esta vinculación, que la ecología se convierte en un problema económico; y este dato podría resultar alentador, ya que si ponemos nuestras miras en el eje de la economía, y no en el de la naturaleza, entonces, podremos concluir que un cambio de actitudes económicas en los seres humanos podría contribuir a una mejora clara del entorno donde vivimos. La otra posibilidad sería actuar directamente sobre la naturaleza, lo que tiene un riesgo mucho mayor, por el dato insoslayable de que el hombre puede controlar sus actos, pero no la fuerza y los comportamientos todavía no plenamente comprendidos de ella.


      Ahora bien, ésta vinculación del hombre con la naturaleza, mediada por la economía, puede resultar positiva o negativa: esos vínculos pueden generar procesos significativamente positivos para el hombre y su hábitat (como supuso siempre la modernidad), o por el contrario, puede dar lugar, como vimos, a numerosos problemas y dramas.

    Dicho de otra manera, existiría un modo ecológico y otro anti-ecológico de hacer economía. Entendiendo a la economía como el conjunto de los actos de producción, distribución, consumo y acumulación, intentaremos señalar los aspectos antiecológicos de todas estas etapas, para ver luego cómo es posible exponer modos alternativos.

      En el plano de la producción, nuestra tesis es que las unidades económicas basadas en el factor capital son mayormente contaminantes. El gran tamaño de muchas de estas empresas conducen a un uso altamente ineficiente de algunos recursos, lo que da lugar a la producción de desechos, que sobre todo cuándo no tienen valor crematístico, no se consideran en la racionalidad de los productores. En base a tal Categoría, las grandes empresas suelen utilizar enormes masas de energía altamente concentradas en espacios reducidos. Por fin, un modo antiecológico de producir está íntimamente relacionado con lo que se produce. La perspectiva egoísta e individualista en que se basan los presupuestos neoclásicos, potencia la producción de todo aquello que tenga demanda, contamine o no contamine, destruya o no las posibilidades de desenvolvimiento de las generaciones venideras. Un ejemplo claro en el sector primario, para nuestro continente es el de los monocultivos, denunciado en múltiples oportunidades por diversos movimientos indigenistas.

      En el plano de la distribución una de las causas de los problemas ecológicos reside en la desigual distribución de los ingresos, palpable ya sea en el ámbito de clases en el plano nacional, o en relación entre países ricos y pobres, en el plano internacional. Somos de la idea que tanto la extrema riqueza como la extrema pobreza son contaminantes. Con esto, nos distanciamos de la tesis comúnmente manejada, según la cuál, la pobreza es causa de los problemas ecológicos . Los ricos contaminan por el uso excesivo de energías, además de los desechos que generan, la mayoría de los cuáles de nula reutilización (los residuos inorgánicos son sostenidamente mayores a los orgánicos en estos países). La pobreza extrema, por su lado, contamina utilizando los recursos energéticos de bajo rendimiento, a la vez que de alto impacto ecológico, a lo que se suma no contar con los medios para cuidar su entorno. Esto no supone que los pobres, sin más, sean contaminantes. Vayan en tal sentido, como prueba, la innumerable cantidad de movimientos populares-ecológicos que han surgido desde los cuatro puntos cardinales; o la cultura de respeto hacia la "Pachamama" (Madre Tierra; pero también hacia el Padre Sol, o la Abuela Luna), de las culturas andinas en nuestro continente; pasando por el respeto hacia la tierra que muestran los asentados del Movimento Sem Terra en Brasil; etc.

      Utilizando nuestro herramental teórico, desde la Economía Solidaria concluiremos que el principal factor anti-ecológico, desde la distribución, está dado por la hegemonía de las relaciones de intercambio en los mercados determinados, sustituyendo las relaciones económicas más integradoras y solidarias, que fueron además, propias de los pueblos nativos de nuestro continente.

      Desde el proceso de consumo, la explicación es evidente: la sociedad consumista en la que estamos insertos genera comportamientos de consumo que, basados en las instituciones y el uso desmedido de la publicidad y las tarjetas de crédito, impactan y determinan la producción sobreabundante de bienes y servicios que -aunque cada día más sofisticados- pasan a ser prontamente obsoletos.

      Desde el proceso de acumulación, que en realidad forma parte del proceso de consumo, el comportamiento hegemónico en nuestros mercados determinados es acumular en bienes materiales, propiciando una cultura del "tener", con sus efectos perversos sobre el medio.

      Así como existen modos y formas "antiecológicas" de hacer economía, sabemos de prácticas "ecológicas" de producción, distribución, consumo y acumulación.

      En materia de producción, las unidades económicas basadas en el Trabajo, son más ecológicas que las basadas en el capital. Indudablemente existen excepciones. Si construyéramos un tipo ideal de los sectores de la economía, veríamos cómo el Sector Solidario razona sobre las consecuencias comunitarias de lo producido. Esto, lleva a que dudosamente encontremos unidades económicas solidarias produciendo, por ejemplo, armamentos o alimentos en base a productos tóxicos.

      Como señalan Max Neef y Razeto, entre otros, la producción a escala humana genera un proceso de desconcentración de la producción que redunda en beneficios palpables. Veamos como observa este último autor la producción ecológica en pequeña escala: "las actividades productivas no se concentran en reducidos espacios de alta densidad energética pues se diseminan en las casa, barrios y comunidades. Como estos lugares constituyen el medio ambiente inmediato de quienes organizan y ejecutan la producción, los efectos medioambientales de ésta recaen directa e inmediatamente sobre quienes lo causan, llevándolos a preocuparse y responsabilizarse de ellos, porque los sienten, perciben y sufren en carne propia. La producción desconcentrada y efectuada en pequeña escala, implica asimismo un uso diferente de los recursos naturales y de las fuentes energéticas. Por un lado, los elementos materiales no son utilizados indiscriminada y masivamente, sino aprovechados atendiendo a sus características y cualidades particulares. Por otro, el proceso elaborativo se verifica mediante procesos transformadores de menor intensidad mecánica y química, y se hace posible el aprovechamiento de fuentes energéticas alternativas y renovables. Además, las emanaciones y desechos de la producción son menores en cada lugar y pueden ser controlados y canalizados de mejor manera, o son directamente reciclados. La actividad productiva se adapta mejor al medio ambiente local y aprovecha los microclimas sin alterarlos".

      En materia distributiva, parecería claro que el privilegio de las relaciones más integradoras por sobre la lógica pura de intercambios, reduciría las brechas entre ricos y pobres, y de esta manera se paliaría una de las principales causas de deterioro ambiental. Tales relaciones integradoras, superan el modelo del "homo oeconomicus", de manera que las decisiones son tomadas no sólo atendiendo a la propia utilidad, sino a otros valores que también están en juego en todas las sociedades humanas.

      En cuánto al proceso de consumo, creemos que una forma más ecológica pasaría por cambiar el "consumismo" por lo que se ha dado en llamar "consumo crítico". Tal consumo crítico, se basa en dos principios: disminuir el consumo de cierto tipo de bienes y cambiar el modo de consumo.

      Estos principios se basan, a su vez, en una concepción más integral de las necesidades humanas que las explicitadas por las corrientes psicologistas norteamericanas. Por esta vía, entenderemos que consumir más no es idéntico a aumentar la calidad de vida. Los excesos en las grandes comilonas, y sus efectos sobre nuestros sistemas digestivos es un ejemplo a pequeña escala de lo que queremos señalar. En este sentido, el "nuevo consumo" o "consumo crítico", lejos de bajar la calidad de vida de los sujetos, propende a un consumo más humano, saludable, ecológico, y por cierto, solidario.

      Emparentado a esta línea, en el plano de la acumulación, existe también una "acumulación crítica" y una "nueva acumulación". La primera tiene que ver con una serie de actos de acumulación alternativos privilegiados en varios países del mundo. La segunda se relaciona con un tema más profundo: la acumulación hegemónica en el sector de intercambios, basada en lo que definíamos como una "cultura del tener", obedece a un individualismo exagerado que acrecienta nuestra inseguridad al ponernos unos frente a otros como competidores.Ello nos conduce a la necesidad de acumular cada vez más poder y riquezas. La existencia de una más alta solidaridad en nuestras sociedades, por su lado, conduciría a una reducción patente de las inseguridades e incertidumbres frente al futuro, lo que naturalmente llevará a un cambio de actitudes frente a la acumulación.

Concluyendo
      Los problemas ecológicos derivan, en definitiva, de la forma de hacer economía. Esta a su vez, no debería interpretarse sin desconocer el papel que las normas y valores sociales tienen en el comportamiento económico. Tal afirmación, se corresponde con la necesidad de considerar estos asuntos desde un punto de vista socioeconómico, al cuál agregamos la perspectiva de la Economía de la Solidaridad.

    Con su inclusión, pudimos analizar las diferentes etapas de la economía (producción, distribución, consumo y acumulación), y munidos de un herramental teórico que nos permitiera distinguir al menos tres lógicas de operar, analizamos los modos ecológicos y antiecológicos de hacer economía.

      Concluimos en tal sentido, que la incorporación de comportamientos, actitudes, valores y arsenal solidario en las diferentes etapas de la economía, abren una nueva perspectiva de estudio sobre los problemas ecológicos; a la vez que muestran un camino por donde se podría transitar para el logro de una socioeconomía solidaria y ecológicamente sustentable.

      Diversas experiencias contemporáneas avalan, finalmente, que es posible, además de deseable, que hagamos economía de forma alternativa y solidaria. Las futuras generaciones seguramente sabrán reconocer nuestros esfuerzos. 

Por Pablo Guerra

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