El circulo «producción → trabajo → consumo» nos sirve para explicar de manera simple cómo se organiza el núcleo de las sociedades modernas. Brevemente, la producción de bienes y servicios necesita fuerza de trabajo. Los empleos ayudan a ganar dinero. Y ese dinero se utiliza en [hiper]consumir los bienes creando la demanda de que sean producidos.
El círculo se cierra y la historia ya la conocemos: hemos llegado a un punto en el que producimos y consumimos demasiado (agotando los recursos terrestres y contaminando de manera masiva). Si dejamos las demandas que piden una mayor eficiencia y la fe en los tecno-milagros de un lado, cualquier política orientada hacia una reducción, reforma y reverdecimiento de la producción y el consumo debe confrontarse con el «empleo» desde el mismo punto de vista radical.
Hoy por hoy el mercado laboral es el medio sobre el que gira toda nuestra organización social. Es el lugar al que dedicamos una buena tajada de nuestro tiempo de vida. Después de todo, es la forma en la que se consigue el dinero para satisfacer nuestras necesidades (y caprichos). Sin embargo, cuando pensamos en qué cosas importan de verdad en la vida, resulta que poco o nada tienen que ver con el trabajo remunerado en sí.
El camino hacia la sostenibilidad requiere el reemplazo del trabajo como centro de nuestras vidas y la apuesta clara por la promoción del universo de actividades que juegan un papel importante en el bienestar social y la preservación del entorno.
No tiene demasiado sentido pedirle a la gente que reverdezcan su estilo de vida – usando medios de transporte lentos (bici, tren, bus), comiendo saludablemente (productos locales y ecológicos), engrosando movimientos sociales, participando en los procesos democráticos, compartiendo tareas con sus parejas, reduciendo su huella ecológica – sin dejarles tiempo para hacerlo.
Pasamos demasiado tiempo preparándonos, buscando y haciendo un trabajo. Tanto que se ha convertido en un escollo para avanzar hacia la sostenibilidad. La respuesta a este problema es una vieja y olvidada demanda de los sindicatos: la reducción de la jornada laboral.
Si nos tomamos en serio la famosa cita de Robert Kennedy, «el PIB lo mide todo, excepto lo que hace que la vida merezca la pena», deberíamos también reconocer que eso que hace que la vida merezca la pena no se encuentra en el trabajo para mucha gente. Esta «economía vital», en la que los beneficios y el dinero no lo es todo, debería aún así estar acompañada de sistemas de redistribución de la riqueza más robustos (siendo la Renta Básica un ejemplo).
Promover el empleo juvenil, bajo esta óptica, no se puede quedar en la simplista visión que pide más trabajos para la gente joven. Como Jóvenes Verdes, deberíamos más bien pedir que la gente joven (y las futuras generaciones), tengan la posibilidad de elegir sus vidas de la forma que les haga más felices, con un fuerte acento en la sostenibilidad y en las ocupaciones que, aún siendo improductivas o no rentables, son las claves de un mundo mejor.
Escrito por Alexandre Rond, miembro del comité de redacción de Ecopolitica. Publicado en Ecosprinter - La revista de la Federación Europea de Jóvenes Verdes.
Escrito por Alexandre Rond, miembro del comité de redacción de Ecopolitica. Publicado en Ecosprinter - La revista de la Federación Europea de Jóvenes Verdes.
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