“El Chaparro es un árbol áspero, pareciera de piedra y viento. De las diluviales lluvias avizor impávido o del fragor de los sagitales llamas del verano en medio de enloquecidas tolvaneras. Oh valiente vegetal imbatible ante la avidez del desierto. Estática y móvil su expresión guerrera desciende en el ocre letargo de la yernitud, cual disciplinado infante de verde y sol, en las calidas sabanas secas, el arduo vivir.” Lubio Cardozo, poeta venezolano.
Cuando en las sabanas de las tierras americanas, solo quedan los chaparros, hay que prepararse, porque después de él solo vienen los desiertos. Es el último protector de los suelos antes de convertirse en arenas movibles, por las fuerzas eólicas.
Es el gran gladiador, contra la erosión y la desertificación, quien batalla hasta el final, aferrado para mantenerse en pie, con la poca capa vegetal que se encuentra a su alrededor, aun en las más adversas condiciones.
Pertenece a la familia Fagaceae (Fagaceas: familia del haya, del castaño y de los robles) al género Quercus. En general el chaparro es un árbol de tamaño medio aunque muchas veces se le ve reducido, por la degradación de los suelos.
El mundo no está preparado para nuevos desiertos, producto de la impune deforestación. Es el cáncer de piel más agresivo que la Tierra como planeta está padeciendo. El árbol Chaparro solo no puede.
¿Qué hacer?
Sin llegar a presumir de ser un cartesiano o matemático, pero si es cierto que la población actual ronda en unos 7 mil millones de humanos, con que una cuarta parte de ella, la más pensante, siembre por persona un árbol por cada año de su vida, estaremos deteniendo una buena parte del crecimiento de los actuales desiertos.
Somos hijos de los árboles. Son los padres de la humanidad. Gracias a ellos respiramos - ¡oxigeno! - y nos alimentamos.
¿Realmente, en el transitar de nuestra vida hemos compensando el uso o consumo de los derivados que de los árboles hemos tomado? Como el papel donde escribimos, donde leemos las noticias, el que utilizamos en el baño, el que transformamos para hacer los muebles y puertas donde habitamos. O de los frutos que de ellos adquirimos. La reforestación del planeta es posible, allí están los botánicos, los ecólogos, los edafólogos, los agricultores, los agrimensores, es decir: la ciencia y la técnica para reforestar el planeta las tenemos, pero lo que no hay es LA VOLUNTAD POLITICA.
Cada vez que usted cumpla años, ese día, por favor tómese unos minutos y siembre un árbol, celebra con la naturaleza ese gran regalo que la vida le sigue dando.
Por Lenin Cardozo
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