Como seres humanos, como habitantes de este
planeta, como especies de la naturaleza no podemos ignorar los últimos sucesos
que han estado sucediendo a nivel global, a escala planetaria. Por un lado, los
cambios físicos y climatológicos, los cuales nunca dejo de recordar; pero de
esos ya la Tierra habla por sí sola; pero de los segundos, es de los que quiero
comentar a continuación, del denominado “Movimiento de los Indignados” que tan
solo unos días atrás se hizo sentir en más de la mitad de los países de este
mundo. Aunque debatiéndose entre protestas pacíficas y violentas (Roma), el
mensaje fue claro: Democracia real ¡YA!
Realmente no creo que las personas se hayan sorprendido del fondo y la
forma de la protesta, pues solamente hace falta vivir en cualquier país del
mundo para sentir que vivimos por vivir, sin sentido claro y sin futuro cierto.
Pero como tampoco debe ser sorpresa que siga habiendo gente que crea que vamos
bien, que todos somos incluidos en este sistema y que lo defienden con arma y
puño. Pero, ciertamente la realidad es otra. De más está decir, que el movimiento
tuvo un sabor de diferentes condimentos: l@s que rechazan el sistema (anticapitalistas
y no-capitalistas), l@s que proponen otro (Economía Basada en Recursos, se vio mucho
en las pancartas chilenas), l@s ecologistas, l@s feministas y otr@s que solamente
estaban indignados con la manera como unos pocos manejan el poder que
verdaderamente es de todos.
Decía
una entrevistada “Me indigna la indiferencia, la prepotencia, y la pobreza que
eso genera”; y esta podemos decir que esa fue la idea de la gran movilización. Además de las estrangulaciones de las medidas económicas lanzadas por el Fondo Monetario
Internacional a Europa (que en su momento Venezuela sufrió). Estos “paquetazos” que
obligan a los pueblos a “ajustarse el pantalón”, son un sin sentido, porque
ponen a las personas al servicio de la economía y el dinero, obteniendo préstamos para
que el país pueda "crecer", que si le sumamos a eso el factor ecológico, esto se
vuelve una “real cagada”, pues los límites del crecimiento y de los recursos
naturales son visibles, y más aún en estos tiempos. Luego, el absurdo de una
deuda evidentemente impagable, que endeuda a quien sabe cuántas generaciones, quizás unas que nunca llegaremos a ver; obviamente es caldo de cultivo para las protestas, que cada
día se van pareciendo a la de los años sesenta, espero que esta vez que sean sin
tanta droga, y que no terminen como acabaron aquellas.
Ahora en
el caso de Venezuela, que como dije ya el FMI le había recetado uno de sus famosos
“cocteles de la muerte”; que si bien es cierto era lo que el sistema requería en ese momento, podríamos hablar de una acertada medida económica, pero para el
sistema, no para las personas. La economía o la forma de distribución de los
recursos deben ser para las personas, para todas (porque no hay ninguna razón
para excluir a nadie, y reto a cualquiera que me demuestre prueba contraria). Si
bien es cierto, la lucha política y social en Venezuela, es otra totalmente
diferente a la idea central del “Movimiento de los Indignados”; que como se ha
hecho mala costumbre para nosotros, Venezuela entra tarde a las tareas y
objetivos del naciente siglo. La lucha Capitalismo-Socialismo no es la lucha de
este siglo, es del pasado. Y hemos estado empecinados a la política de “yo te
digo y tú me dices”, a la política de contestación y no a la de proposición. La
lucha del siglo XXI es la lucha contra el tiempo, de preservar el ambiente y de
recuperar el equilibrio ecológico del planeta.
Por
Guillermo Flores González (@GFloresG91). Miembro de Jóvenes de Cuentas Claras (@JOVNSCTASCLARAS)
y de Ecología Cuentas Claras (@ecologia_cc)
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