lunes, 10 de octubre de 2011

Economía feminista

     La economía clásica, con sus asunciones, sus cifras y metodologías, tiene en cuenta sólo a la mitad de la población: los hombres. Su estilo de trabajo, definido por los roles sociales, se contabiliza como valioso para el desarrollo económico. El trabajo realizado tradicionalmente por las mujeres como el trabajo reproductor, los cuidados, la agricultura a pequeña escala, etc, por lo general no están remunerados y por lo tanto no forman parte del PIB, a pesar de ser fundamental para el desarrollo de nuestras sociedades.

     Durante décadas, feministas y economistas feministas han criticado este hecho, apuntando que mientras que la contaminación ambiental, la guerra o los desastres naturales aumentan el PIB, la crianza de los hijos no cuenta. El trabajo que no se paga no se considera “trabajo real” y sin ingresos, las mujeres tienen menos poder en las negociaciones intrafamiliares y menos poder en la representación política. Aparte de los problemas abstractos en sentido macroeconómico, esto también significa que las mujeres muchas veces dependen de un hombre-proveedor y no tienen ninguna seguridad en el caso de que dicho proveedor desaparezca.

     Las mujeres divorciadas, por ejemplo, tienen más posibilidades de caer en la pobreza, también en los países europeos, ya que a menudo dejan de trabajar (a tiempo completo) por dinero una vez llega el primer hijo, y por la misma razón se ven discriminadas por el sistema de pensiones. Además, generalmente es la madre la que se hace cargo de los hijos tras un divorcio y por lo tanto tiene una carga (financiera) mayor y menos tiempo para el trabajo remunerado. Otro problema en la vida económica diaria de las mujeres es su excesiva representación en trabajos mal pagados y carentes de prestigio, como trabajos de limpieza, cuidado de niños, como secretarias, etc. Las elecciones realizadas por las mujeres están condicionadas, por supuesto, por estereotipos y roles sociales impuestos por el ambiente en el que viven, la escuela y la familia. A pesar de todo, lo anterior no puede explicar todas las diferencias existentes. Ni las diferencias en los salarios entre hombres y mujeres, ni los diferentes valores dados a los diferentes sectores. En toda la Unión Europea, las mujeres ganan menos que los hombres porque se enfrentan a discriminación directa.

     Las mujeres ganan un 15% menos que los hombres de media en la UE. Se trata de mucho dinero. Una economía feminista tendría en cuenta aspectos tanto de la economía global como de la realidad concreta de mujeres reales. Aunque existen propuestas para hacer del PIB un indicador más justo con las mujeres y el medio ambiente, sigue sin ser un concepto válido para valorar la reproduccion como trabajo, algo que cada vez piden más feministas. ¿Debería ser el trabajo en casa remunerado? ¿Debemos luchar por una renta básica o ésta sólo servirá para que más mujeres se alejen de los trabajos remunerados? ¿Deberíamos asegurar que las mujeres consigan trabajos bien pagados y se conviertan en líderes globales o deberíamos rechazar el sistema entero por ser un sistema masculino? Son preguntas importantes, pero siguen siendo abstractas y a largo plazo. Debemos responderlas, pero al mismo tiempo hay que recordar que luchamos por mejorar la situación de las mujeres aquí y ahora. Aquí, los Verdes llevamos la delantera: luchando por el mismo salario para el mismo trabajo; por el reconocimiento del trabajo familiar en los sistemas de pensiones y por más mujeres en posiciones líderes. Son medidas a medias, mejoras, pero no es todo lo que podemos y debemos hacer.

     Pero incluso estas ideas moderadas, medidas a medias, siempre se encuentra con una resistencia reaccionaria. Y hoy en día, la razón que van a dar para reaccionar así es la crisis. Dirán, “no nos lo podemos permitir”. Como si los costes fueran una objeción a la justicia. Aunque no podemos decir simplemente que esta crisis no hubiera tenido lugar de haber estado mujeres al cargo de las finanzas globales, sí que podemos decir que esta crisis la han creado los hombres. Y por el momento parece que son las mujeres a nivel global las que están sufriendo las peores consecuencias: son los trabajos peor pagados de la industria textil los que están siendo sacrificados, mientras los gobiernos aseguran que industrias con mano de obra masculina, como la industria automovilística, sobrevive. Porque "las mujeres siempre pueden volver a casa a cuidar de sus familias". No, esta no es la solución. Necesitamos una economía para las mujeres, y la necesitamos ya.


Por Ska Keller, eurodiputada de los Verdes

No hay comentarios: