viernes, 21 de octubre de 2011

Breves aportaciones platónicas a la teoría decrecentista


Platón trata en una de sus principales y más famosas obras de madurez, La República, el modo ideal, a su entender, de organizar la vida política del Estado y la sociedad que este delimita. La obra, de considerable extensión, narra desde una perspectiva filosófica, sustentada en la teoría metafísica platónica de las Formas, múltiples y variados aspectos de todo lo referente a la polis o ciudad y su organización. Es pues uno de los temas que podemos en el texto encontrar, el de mayor relevancia y al que confluyen el resto de ideas filosóficas del autor, el de la organización del Estado.

     El origen del Estado, o de la organización social humana en comunidad, es motivo de reflexión y teorización por numerosos filósofos, destacando entre ellos las doctrinas del pacto social propias de la Ilustración ideadas por Hobbes o Rousseau. Semejantes ideas son ya motivo de divulgación filosófica en la Grecia clásica por parte de ciertos sofistas, sin embargo, aquí el tema apenas cobra relevancia en cuanto a su significación antropológica, quiero decir, en cuanto a las razones originarias y propias del ser humano que motivan, condicionan o determinan el pacto social y la creación de una organización política, sea entendida esta como un motor de progreso social, como un bozal que limita a la bestia humana u otro tipo de entidad siguiendo premisas semejantes. En el Libro II de la República, el tema se plantea sencilla y brevemente como paso necesario para asumir cuestiones que Platón considerará de mayor importancia. Sin embargo, leyendo estas páginas, he encontrado un bonito motivo por el que escribir un pequeño texto que pretende ofrecer un significado contemporáneo y moderno, adaptando sabias ideas de pensadores de nuestro pasado a problemas que se plantean en nuestro mundo moderno.

     Habla Platón de diversas ideas de Estado propias de una perspectiva ecologista y decrecentista, pese a que no se recree el filósofo en profundizar en las mismas. Tales ideas plantean, ante las peligrosas consecuencias de un crecimiento económico desmesurado no controlado, una metodología de organización social que insta a la auto-limitación y la sostenibilidad a partir de la austeridad y la fundamentación de lo económico en valores éticos. Realizaremos, pues, aquí un pequeño repaso de estos planteamientos platónicos que el mundo antiguo ha dejado a nuestra disposición para alimentar con mayor viveza la reflexión que en nuestros tiempos el decrecimiento y la ecología plantean.

     Sócrates es en este texto el hilo conductor de las divagaciones y conclusiones filosóficas a las que se arriba, un Sócrates literario que protagoniza numerosos diálogos platónicos, en un principio con un sentido reivindicativo de la figura del maestro y posteriormente utilizado en los textos, como en este caso, como divulgador de teorías filosóficas propias de Platón y probablemente ajenas a este. Sócrates, pues, interroga a Adimanto y Glaucón(hermanos de Platón) sobre la naturaleza de la justicia, tanto en el individuo como en el Estado, y partiendo de esta cuestión, surge la necesidad de entender el origen del Estado y los motivos de su situación.
     <<La ciudad nace, en mi opinión, por darse la circunstancia de que ninguno de nosotros se basta a sí mismo, sino que necesita de muchas cosas>>, expone Sócrates, enumerando ordenadamente algunas de esas cosas que el hombre necesita, siendo la comida, la vivienda y el vestido las primordiales. De este modo, los seres humanos se organizan en ciudades o Estados, ya que en aquel momento predominaban las polis-estado aquí se entiende el Estado como una ciudad independiente pese a su pertenencia a una posible confederación, en el que cada individuo posee un oficio concreto a través del cual proporciona bienes al resto de sus vecinos.

     Posteriormente se sigue la conversación sobre la constitución de esta ciudad tratando como necesaria, si la ciudad adopta un determinado tamaño, la importación así como la exportación y el uso del dinero como herramienta de intercambio comercial.

     A continuación, en el siguiente párrafo, expone Sócrates como vivirán los ciudadanos de tal Estado:
<< ¿Qué otra cosa harán sino producir trigo, vino, vestidos y zapatos? Se construirán viviendas; en verano trabajarán generalmente en cueros y descalzos, y en invierno convenientemente abrigados y calzados. Se alimentarán con harina de cebada o trigo, que cocerán o amasarán para comérsela, servida sobre juncos u hojas limpias, en forma de hermosas tortas y panes, con los cuales se banquetearán, recostados en lechos naturales de nueza y mirto, en compañía de sus hijos; beberán vino, coronados todos de flores, y cantarán himnos a los dioses, satisfechos con su mutua compañía; y no procrearán más hijos que los que les permitan sus recursos, a fin de evitar la pobreza o la guerra. >>

     Glaucón, no convencido, discrepa de la austera alimentación que el maestro propone en esta ciudad originaria, y pese a que el filósofo amplía con diversos alimentos, Glaucón entiende como necesarios las viandas y los postres propios de su tiempo. Es entonces cuando Sócrates, que sabiamente maneja la conversación, se dispone a tratar pues de lo que sus interlocutores desean hablar, de una ciudad<<de lujo>> y no de una ciudad<<sana>> (de la que hasta ahora se estaba tratando), siendo la primera, premisa originaria de pobreza y guerra.

     Con la descripción de la ciudad que Sócrates ofrece, anteriormente citada, se anteponen unos valores económicos de modestia y austeridad, no con una finalidad en absoluto ascética, en el sentido de la auto-privación como medio religioso o fin en sí mismo, sino como método para la supervivencia de un bienestar básico alcanzable a todo ciudadano. Tanto es así que hasta se habla de una auto-limitación de la procreación para evitar una futura pobreza, cuando los recursos para la subsistencia sean menores al número de individuos que necesitan de ellos. Resulta interesante comparar esa concepción de sostenibilidad que propone Sócrates con nuestro mundo actual, un mundo poblado por miles de millones de personas, cifra en proceso constante, y cada vez más acelerado, de crecimiento. Pero continuemos con el texto, ya que Sócrates trata pues de las consecuencias de la polis que Glaucón y Adimanto parecen preferir, aquella que importa mucho más, y que produce otro tanto, porque necesita de nuevos productos, nuevos objetos y nuevos oficios que satisfagan sus ansias de lujos y todo tipo de necesidades no básicas, la ciudad que crece y crece.

     Mientras la anterior concepción de ciudad se dedicaba a la ganadería ovina únicamente debido a la obtención de lana, y, tal como ocurría en aquel tiempo, la alimentación cárnica quedaba relegada a rituales religiosos o celebraciones, en esta ciudad de continuo crecimiento se necesitará de porquerizos y boyeros que críen animales con qué alimentarse, cuando las legumbres, verduras y productos lácteos derivados de la ganadería ovina no son suficiente para el gusto humano. Es más, si este Sócrates hubiese vivido en tiempos actuales, me atrevería a decir que dado su carácter irreverente e impertinente para con la ignorancia, se propondría aguijonear cuál tábano con su filosofía a los responsables de las enormes factorías de ganadería intensiva que maximizan beneficios con la producción de inconmensurables cantidades de productos cárnicos de escasa calidad. Mas el texto continúa:

     <<¿Habremos, pues, de recortar en nuestro provecho el territorio vecino, si queremos tener suficientes pastos y tierra cultivable, y harán ellos lo mismo con el nuestro si, traspasando los límites de lo necesario, se abandonan también a un deseo de ilimitada adquisición de riquezas?>>4

     Benjamín Constant, en su conferencia de 1819, titulada De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, entendía la guerra como algo arcaico que en tiempos modernos era sustituido por el comercio internacional. Sin embargo, ya hemos visto que Platón nos hablaba de este comercio entre ciudades-Estado, y, como muy bien hemos comprobado, y seguimos comprobando, el comercio y la guerra, cuyos fines son la obtención de riquezas, aún siguen siendo métodos homologables que resultan emparejados en muchas ocasiones, tal y como ha expuesto el Sócrates platónico anteriormente. ¿Es la pobreza y la guerra lo que se deriva de un crecimiento que se define como insostenible?

     Mientras Platón continua considerando aspectos políticos en su República, nosotros rumiaremos brevemente lo ya leído. Viviendo como lo hacemos, en una sociedad capitalista que muy en menor grado parece concienciarse de que el progreso infinito es un mito inalcanzable, encontramos en filósofos del pasado, aunque sea fugazmente, las consecuencias posibles de esta concepción de la existencia.

     Desde ciertos colectivos y sectores de la sociedad se está hablando de decrecimiento. ¿Pero que significaría este decrecimiento? El vocablo parece feo, suena a pérdida, a retroceso. Y en efecto lo es, es un retroceso y una pérdida de valores míticos e infundados propios del capitalismo, es una vuelta atrás, un proceso de reencuentro con la organización estatal que Sócrates ha propuesto como originaria, en la que se consume lo necesario pensándose siempre en la equidad social y en la sostenibilidad. Ese retroceso en materia de lujos y superficialidades (que no necesariamente, teniendo en cuenta el avance científico y técnico actual, necesita ser tan estricto), esa vida modesta y austera que se predica, es la única vía actual que permitiría una igualdad y una organización sostenible que evitase el veloz exterminio de los recursos naturales.

     Platón dibuja en sus textos la personalidad de su maestro Sócrates, intentando mantenerse fiel, y tomando en cuenta lo poco que de forma fiable conocemos del filósofo. Es magistral la imagen que en este texto (hablamos de estos fragmentos del libro II, ya que otras ideas platónicas nada agradarían en nuestros días) se ha presentado de él, resaltando su afinidad por una ciudad <<sana>>, modesta, formada por gentes que como él, en el mercado, afirmarían<<cuantas cosas que no necesito>>. Y de este modo, la cultura antigua, aquella que es propia de milenios pasados, nos da una lección en nuestros tiempos, revelando como evitar las guerras y a la pobreza, algo que debemos transformar en solución al mal ya acometido. No se presenta tarea fácil, prescindir de lujos, redefinir el sistema económico, limitar la natalidad, etc., son tareas que las sociedades más avanzadas precisamente deben capitanear. ¿Pero es acaso el ser humano capaz de realizar tal sacrificio? ¿tan fuerte es su empatía o su cumplimento del deber moral frente a su deseo de posesión y poder diferenciador?

     Sinceramente, dudo mucho que esta solución pueda nacer de cada individuo, que cada hombre y mujer se proponga colaborar en una misión de decrecimiento material en pro de una equidad social mundial y una vida ecológica, por no mencionar las miles de contingencias internacionales que dificultarían la tarea. Y si este modo de entender la vida, si los valores no materiales y contrarios a un consumo pernicioso no se presentan en las conciencias de los ciudadanos, nunca se obtendrán grandes avances. Será, pues, sólo el devenir histórico el que mantenga o agrande la diferenciación social y económica, y también, muy probablemente, el que de forma abrupta y violenta transforme este mundo en una sociedad decrecida, en la más negativa de las interpretaciones. Esperemos que esta última elucubración devenga en un ingenuo error de cálculo.


Por Carlos Villanueva Castro, miembro de Jóvenes Verdes. Artículo publicado originalmente en EcoPolítica.

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