lunes, 26 de septiembre de 2011

“Es imposible un crecimiento exponencial indefinido en un medio ambiente que es finito”. Nicholas Georgescu- Roegen

Nicholas Georgescu-Roegen, nace en Constanţa (Rumania) el 4 de febrero de 1906 fue un matemático rumano, estadístico y economista, mejor conocido por su obra de 1970/1971 “La ley de la entropía y el proceso económico”, en el cual se establecía la visión de que la segunda ley de la termodinámica gobierna los procesos económicos, es decir, que la "energía libre" utilizable tiende a dispersarse o a perderse en forma de "energía restringida". Su libro se considera la obra fundacional en el campo de la Termoeconomía y considerado el padre de la Bioeconomía. Fue el primer economista que habló de termodinámica y entropía. Moriría el 30 de octubre de 1994 Nashville (Tennessee).

«El verdadero producto del proceso (económico) 
es un flujo inmaterial: el placer de la vida»

     Fue alumno y discípulo de Joseph Schumpeter y exiliado a Estados Unidos tras la llegada del comunismo a su país de origen, Rumania, Nicolae Georgescu es por su formación un matemático y estadístico reconocido cuyas obras entran a formar parte de la literatura económica antes de la Segunda Guerra Mundial. Estos conocimientos le permiten rechazar, desde la sabiduría científica, el abuso de los modelos y formalismos matemáticos en la Economía moderna y la pretensión de convertir ésta en una ciencia dura. Considerado por su amigo y Premio Nobel de Economía, el ortodoxo Paul Samuelson, como “el erudito de entre los eruditos, el economista de entre los economistas”, pone en tela de juicio la racionalidad económica del Occidente, erigida en “creencia cuasi-religiosa”.

    Georgescu-Roegen criticó lo que se enseña en las facultades de Economía porque simplificaban la realidad y la falsean para adecuarla a sus ecuaciones. Por ejemplo, decía que se suele suponer que el ser humano tiene un comportamiento robotizado, y que mira sólo su máximo beneficio (llamado Homo oeconomicus). Para él, “la economía debe ser una rama de la biología (...). Somos una de las especies biológicas de este planeta, y como tal estamos sometidos a todas las leyes que gobiernan la existencia de la vida terrestre”.

     Inmerso en la intensa toma de conciencia ecologista de los años sesenta, Georgescu-Roegen se hace cada vez más crítico de la teoría neoclásica: el mercado libre es incapaz de llevar a cabo un reparto justo y racional de los recursos naturales entre individuos, naciones y generaciones. Para el economista, personalmente marcado por la ineficacia de las políticas agrícolas en la realidad campesina rumana del período de entreguerras, la misma base de toda la ciencia económica, lo que incluye el marxismo, ya no es válida. Apoyándose en esta premisa, Georgescu-Roegen plantea que el proceso económico es una extensión de la evolución biológica y se erige así como precursor de la reinscripción de la economía en la biosfera y el largo plazo, pilares de la “economía ecológica” o “bioeconomía”. En esa línea continuaron otros, como su discípulo Herman Daly o Bertrand de Jouvenel.

     Unió lazos entre la Economía, la Termodinámica y la Biología. En síntesis, aplicó el segundo principio de la termodinámica (Ley de la Entropía) a la economía. Este principio dice que, en todo movimiento de energía, siempre hay una parte de la energía que se degrada y que se pierde para el aprovechamiento humano. Definió también un cuarto principio de la termodinámica, similar al segundo pero con la materia: “Durante el uso de materiales, siempre hay una parte que se degrada y que es imposible de recuperar, ni con los métodos más futuristas de reciclado”.

     Su conclusión más importante es que el crecimiento económico no es la solución a los problemas económicos, y es la principal causa del problema ambiental: “Es imposible un crecimiento exponencial indefinido en un medio ambiente que es finito”. Por ello, Georgescu-Roegen propone en su ensayo Energía y Mitos económicos (1975) un “programa bioeconómico mínimo” de ocho puntos. Llama, entre otros, a prohibir cualquier tipo de armamento, deshacerse de la moda y de la compra de productos extravagantes, reducir la población hasta un nivel permitido por la agricultura biológica o ayudar a los países «subdesarrollados»(5) a conseguir un nivel de vida decente pero no lujoso. Sin embargo, el principal freno al cambio tiene que ver con la naturaleza humana, lo que conlleva el pensador a un pesimismo real en la conclusión del ensayo: “tal vez el destino del ser humano sea una vida breve, más febril, excitante y extravagante en lugar de una vida larga, vegetativa y monótona”. (Georgescu-Roegen, 1975).

     Georgescu-Roegen no es contrario a la tecnología, sino que resalta la necesidad de reflexionar sobre sus aplicaciones para distribuir bien los finitos recursos del planeta, entre todas las generaciones. El problema es complejo, pero concluye algo extraordinariamente triste y preocupante, argumentado de forma intachable: “Todo niño nacido ahora significa una vida humana menos en el futuro. Pero también, todo automóvil Cadillac producido en cualquier momento significa menos vidas en el futuro”. Le preocupaba el poco uso industrial de la energía solar y el problema de los residuos, y propuso seriamente cerrar los ciclos de materiales, la “Regla de las Tres Erres”, pero principalmente reducir el consumo de recursos: Los ciudadanos de los países ricos deben hacer conciencia acerca de los "crímenes bioeconómicos" que suponen actos como cambiar de coche o de teléfono frecuentemente, redecorar sus casas.

      Su rechazo frontal a los fundamentos de las teorías económicas más influyentes le lleva a ser duramente criticado por los sectores positivistas o progresistas que postulan la sumisión de la naturaleza a la esfera económica. Pero también sus aportaciones siguen en debate en los propios círculos ecologistas donde se plantea que la ecología entendida como proyecto político no se puede resumir al dogma de una cuarta ley científicamente discutida. A pesar de estas críticas internas, la obra de Georgescu-Roegen introduce conceptos clave para el ecologismo. Además de alertar sobre la desaparición inexorable de los recursos naturales y la necesidad de decrecer en el consumo de los stocks de materias primas, propone un cambio de paradigma demostrando que un subsistema, no aislado (el económico) no puede regular a un sistema (el biológico) que le engloba.

      Hoy este principio básico de la bioeconomía sigue totalmente vigente en un mundo donde, según la famosa frase de Kenneth Boulding, «quien crea que el crecimiento exponencial puede durar eternamente en un mundo finito, o es un loco o es un economista». En este marco, los escritos de Georgescu-Roegen representan un punto de partida imprescindible para quien quiera reconciliar la Economía y la Ecología.

“Antes de que se percibiera el calentamiento global y se sufrieran sus consecuencias, Georgescu-Roegen anunció la degradación ambiental”

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