La protección al medio ambiente no puede ser un tema de debate político entre la derecha y la izquierda. Más aún, la verdadera protección medio ambiental no puede deformarse en la bandera política enarbolada por aquellos personajes que parecen una sandía: verdes por fuera y rojos por dentro.
Hoy en día, la concientización sobre el cuidado del medio ambiente debe ser eje fundamental de cualquier política pública, independientemente de la vertiente ideológica del gobierno de turno. Y la razón es muy simple: el deterioro ambiental golpea peor a los más vulnerables y a quienes no tienen voz. Es decir, a las comunidades más pobres y a las generaciones futuras. A nadie afecta más el problema de erosión de suelos y de deterioro de cuencas hídricas que al pequeño agricultor en zonas de ladera. Cuando un campesino, en medio de un invierno padece avalanchas y derrumbes sobre su parcela, pierde el ingreso necesario para sobrevivir. Es muy probable que incumpla sus obligaciones, nadie le vuelva a facilitar capital de trabajo, se quiebre y, por lo tanto, termine, junto a su familia, engrosando los cinturones de pobreza en las capitales.
Ahora bien, en las ciudades las principales víctimas del deterioro ambiental son los trabajadores informales y de menores ingresos. Por ejemplo, como están expuestos diariamente y durante horas a la contaminación -mientras se trasladan al trabajo o rebuscan algún ingreso-, entre ellos la frecuencia de enfermedades respiratorias es mayor. Por su parte, las próximas generaciones también pierden mucho con la depredación ambiental. A mayor deterioro del medio ambiente menor será la capacidad del país del futuro para producir alimentos, generar energía y aprovechar sosteniblemente los recursos naturales. Así las cosas, menor será la posibilidad para quienes vienen en camino (nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos) de obtener fuentes sostenibles de ingreso. En síntesis, proteger el medio ambiente es proteger a los más vulnerables y a quienes no tienen voz. Esto va mucho más allá de un debate entre la izquierda y la derecha. Esto incluso trasciende los choques e insultos entre quienes estuvieron a favor y quienes estuvieron en contra de la explotación de oro en Santurbán. Esto, en últimas, tiene que ver con un consenso nacional urgente, sin fanatismo, sin intolerancia y con metas concretas y realizables.
Urge, en primer lugar, una estrategia ambiciosa en reforestación comercial. Ello aliviará la presión sobre el bosque natural y generará empleo sostenible en el campo. También se requiere con urgencia un programa ambicioso de recuperación de cuencas hídricas. Esto nunca se dará por generación espontánea y, por ende, exige estímulos y recursos para el campesino.
Es necesario, además, convertir en política de Estado el desarrollo de fuentes alternativas de energía: biocombustibles, eólica, solar, etc. Depender cada vez menos del hidrocarburo reduce la contaminación del aire, contribuyendo de carambola a la reducción del calentamiento global. Finalmente, debe existir transparencia, pragmatismo y eficiencia en las autoridades ambientales regionales. Ninguna actividad agrícola, industrial o turística merece ser frustrada por la aplicación corrupta de regulaciones ambientales arbitrarias (léase peajes subterráneos). Tampoco por cargas que, aún siendo legales, son desproporcionadas y no generan beneficios ambientales observables y estudiados.
Proteger el medio ambiente debe ser prioridad de todos, comenzando por sectores políticos, gremiales, académicos y medios de comunicación.
No puede ser una bandera tipo sandía, porque se deformaría su propósito. Debe ser una bandera de todos porque es lo justo con los más pobres y con las nuevas generaciones. Mejor dicho, es una bandera para avanzar en la búsqueda de la equidad, en favor de los más vulnerables y de quienes todavía no pueden ser escuchados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario